Usuario:AnselmiJuan/Intriga

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El concepto de « intriga » en la Poética de Aristóteles[editar]

La Poética [1]​ es una obra de Aristóteles, escrita en el siglo IV a. C., en el período comprendido entre la fundación de su escuela en Atenas, en el 335 a. C., y su partida definitiva de la ciudad, en el 323 a. C..

La Poética es una obra que trata sobre el « arte poético » o « arte de la poesía », y particularmente sobre las nociones de tragedia, epopeya, e imitación (mimesis). Y estas historias en forma de narraciones son un deleite para la vida.

Para Aristóteles, una historia es una imitación de lo que pasa, de lo que pasó, o de lo que puede llegar a pasar, y por ello las historias han de tener por un lado, acciones o incidentes, así como personajes que los lleven a cabo, y por otro, una estructura en partes: principio, desarrollo, y final (desenlace, conclusión).

Las historias, así mismo, precisan de unidad orgánica y estructural. Al ser imitaciones o representaciones de lo real - y no lo real en sí mismo-, para ser fiel a lo que se imita, ha de condensar, recrear, y filtrar la realidad; y es ahí donde aparece la intriga.

Esta intriga no debe ser, ni tan vasta que resulte imposible abarcarla toda con la memoria, ni tan compleja que resulte difícil entenderla, ni tan corta que se quede en anécdota insignificante. El ideal está en que los diversos incidentes de la acción vayan tan bien ligados unos con otros “que la transposición o la omisión de uno o de ellos suponga el disloque y la destrucción del conjunto”.

Para Aristóteles, hay tres modalidades de intriga que se han de evitar:

- No deberá verse a un hombre bueno pasando de la dicha a la desgracia, pues esto, según Aristóteles, es sencillamente odioso, y hará que nuestros ánimos se distraigan llenándose de tanto disgusto y horror, que no podrá producirse como corresponde el efecto trágico.

- Tampoco deberá verse a un malvado pasar de la desdicha a la felicidad. Esto es de lo más “antitrágico”, pues ni mueve a piedad, ni espanta.

- Ni se debe ver cómo un hombre extremadamente perverso cae de la felicidad en la desgracia. Esto puede suscitar un sentimiento humano, pero no piedad ni terror.

Sólo queda, por consiguiente, que la historia ponga ante nuestros ojos un tipo “intermedio” de personajes, que padezca desgracias por algún error de juicio o por alguna casualidad, y no por sus vicios o depravación.



Aristóteles enumera seis elementos constitutivos de la tragedia: la intriga o fábula, los personajes, el pensamiento, la dicción, el espectáculo y la melodía.


El más importante de estos elementos es, en opinión de Aristóteles, la intriga o trama, que es “el propósito y fin de la tragedia”. Es más importante que los personajes. Aristóteles razona así esta tesis un tanto extraña: “La tragedia es esencialmente una imitación no de personas sino de la acción y de la vida, de felicidades y desgracias. Es imposible que haya una tragedia sin acción, pero en cambio puede haber una sin caracteres”.

Claro que Aristóteles no pretende disminuir la importancia de la pintura de los personajes en el drama: admite que una tragedia en la que sus caracteres no tengan fuerza y personalidad es una tragedia defectuosa.

Aristóteles piensa no en el discurso en cuanto que revela directamente al personaje, sino en el discurso “sobre un tema puramente indiferente”, o sea, en el pensamiento manifestado “en todo lo que los personajes dicen cuando aprueban o rechazan algún punto particular o cuando enuncian alguna proposición universal”

La dicción, esto es, el verso o la prosa.

La melodía es “el principal de los accesorios placenteros de la tragedia”

El espectáculo es, ciertamente, un atractivo; pero es “la menos importante de todas las partes y tiene poco que ver con el arte poética”

Exige Aristóteles, según hemos visto, unidad en la intriga o fábula, una unidad orgánica, estructural. La trama de la obra no debe ser, ni tan vasta que resulte imposible abarcarla toda con la memoria, ni tan corta que se quede en anécdota insignificante. Pero indica también que la unidad de la acción “no consiste, como suponen algunos, en que sólo un hombre la realice”. El ideal está en que los diversos incidentes de la acción vayan tan bien ligados unos con otros “que la transposición o la omisión de uno o de ellos suponga el disloque y la destrucción del conjunto”.

Piensa Aristóteles que la tragedia consta de la peripecia o del descubrimiento.

Dado que la tragedia es una imitación de las acciones que provocan pena y horror, hay tres modalidades de intriga que se han de evitar en ella:

No deberá verse a un hombre bueno pasando de la dicha a la desgracia, pues esto, según Aristóteles, es sencillamente odioso y hará que nuestros ánimos se distraigan llenándose de tanto disgusto y horror que no podrá producirse el efecto trágico.

Tampoco deberá verse a un malvado pasar de la desdicha a la felicidad. Esto es de lo más “antitrágico”, pues ni mueve a piedad ni espanta.

Ni se debe ver cómo un hombre extremadamente perverso cae de la felicidad en la desgracia. Esto puede suscitar un sentimiento humano, pero no piedad ni terror.

Sólo queda, por consiguiente, que la tragedia ponga anta nuestros ojos un tipo “intermedio” de personajes que padezca desgracias por algún error de juicio y no por sus vicios o depravación.

La piedad y el terror trágicos deberían ser provocados por la acción misma y no por elementos extraños a ella.


Notas y referencias[editar]

  1. Valentín García Yebra señala lo siguiente acerca de la traducción del título de esta obra de Aristóteles:
    «Se dividen las opiniones en cuanto a la interpretación del término ποιητική [poética]: ha de entenderse "poesía" o "(arte) poética" (...)». G. F. Else lo traduce como «Art of poetic composition» ("arte de la composición poética"). Al griego, su lengua le recordaba constante y fundamentalmente que el poeta es un hacedor. No obstante, García Yebra opina que ποιητική debe traducirse sencillamente por «poética», que, sustantivado, tiene básicamente sentido activo: «arte de la composición poética», pero no excluye otro, en cierto modo pasivo: «estudio de los resultados de dicho arte». García Yebra (1974).