San Juan Aparicio

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San Juan Aparicio era un pueblo enclavado en la punta de la Sierra Gorda, en el noreste del estado de Guanajuato, en México.

Contexto geográfico[editar]

Su posición en la sierra lo volvió un lugar de difícil acceso. San Juan Aparicio era una comunidad perteneciente al municipio de Artajea; no obstante, su lejanía con la cabecera municipal lo ubica más cerca de la cabecera de Jalpan (Querétaro), a poco más de 20 kilómetros de distancia. Sin embargo, el acceso era casi imposible debido a que no existía camino transitable debido a la falta de apoyo de los gobiernos municipales, estatales y federales. Esto hace que las distancias tuvieran que recorrerse a pie o en bestias de carga, en viajes que tardaban hasta dos días. Debido a su pertenencia a Atarjea, San Juan Aparicio pertenecía a la diócesis de Querétaro, la cual está dentro del Decanato de Guanajuato.

Historia[editar]

San Juan Aparicio surgió durante la Rebelión de la Sierra Gorda de 1847, cuando una serie rancheros y soldados inconformes con la mala repartición de la tierra, encontraron en la zona un lugar propicio para albergarse de las represalias del gobierno. Posteriormente renació en 1932 como uno de esos pueblos que habían recibido apoyo por parte de los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana de 1910 debido a las importantes minas de oro, cobre y plata que había en el lugar. No obstante, al terminarse las vetas y con la llegada de los gobiernos del cambio, no hubo ningún interés en realizar algún tipo de inversión en el lugar, al punto que hacia 1940 su ubicación geográfica hizo que el mundo comenzara a olvidarse de esta población.

Según los archivos históricos hacia 1937 existían 250.000 habitantes en la localidad, en donde de esos, 250 eran ancianos, 350 niños, 900 hombres en edad de trabajar y unas 1000 mujeres de entre 15 y 40 años.

En un inicio los hombres del pueblo trataron de encontrar en la agricultura alguna forma de vida, pero se dieron cuenta de que las condiciones desérticas del lugar no permitían grandes avances. La opción vino cuando en 1943 llegaron representantes del gobierno estadounidense en búsqueda de expertos mineros que fueran capaces de sobrevivir días completos bajo la tierra y estuvieran dispuestos a trabajar en minas de Utah, Dakota, Colorado y otros estados de la unión americana. A partir de entonces algunos de los hombres decidieron emigrar, pero la gran mayoría estaban recelosos de irse para trabajar y abandonar su tierra, aunque fuera solo por algún tiempo.

La inundación de 1945[editar]

Durante los meses de agosto y septiembre de 1945, el pueblo de San Juan Aparicio fue testigo de la peor inundación que haya tenido registro el lugar, ya que no paró de llover por poco más de quince días. Esto ocasionó una creciente epidemia de tifoidea que acabó con más de la mitad de la población, principalmente con los niños y los ancianos.

Quienes en un inicio se mostraban recelosos con la idea de emigrar a Estados Unidos ahora cambiaron de opinión, pues los cultivos se habían echado a perder y estaban más pobres de como habían iniciado. Siendo así poco a poco los hombres comenzaron tomar la decisión de abandonar sus hogares e irse a trabajar "al otro lado".

Hacia 1947 San Juan Aparicio veía una recuperación de recursos pues ya había una incipiente agricultura y crecientes talleres de cría de conejos y borregos iniciados por algunas mujeres de la localidad. Los pocos hombres del pueblo seguían emigrando a los Estados Unidos al punto que en 1950 sólo quedaban poco menos de quince hombres mayores de 60 años.

Al inicio de la década de los sesenta se detonaron conflictos de organización en el pueblo, debido a la muerte del delegado municipal Javier Calzada. La lejanía y desinterés por parte de Atarjea, ocasionó que el municipio nunca nombrara al delegado que sustituiría a Calzada; por esta razón los mismos pobladores se organizaron para elegir a su nuevo delegado. Algunos de los hombres restantes buscaron ocupar la silla, pero muchos de ellos estaban demasiado viejos para el cargo.

El candidato idóneo era el profesor de la escuela, Arturo Montes, quien estaba casado con Clementa Calzada, hija del difunto delegado municipal y de sólo quince años. De tal suerte, fue él quien lideró el pueblo por los dos años siguientes, hasta que desapareció inexplicablemente y por consenso de la comunidad Clementa ocupó su lugar, convirtiéndose en la primera delegada municipal.

Desde ese entonces Clementa Calzada comenzó a organizar el trabajo que se realizaba en San Juan Aparicio, en donde apenas sobrevivían unas 200 mujeres. Después de la partida y fallecimiento de varios de los hombres varias mujeres comenzaron a ocupar sus lugares en el pueblo, y hacer las funciones que se realizaban comúnmente por hombres, como arreglar los desperfectos del hogar, repartir la leche, cultivar la tierra y hasta verificar el orden público.

Clementa comenzó a realizar varias comitivas para la peregrinación anual por el regreso de los hombres, el decorado del altar de San Antonio, la organización del fiesta del pueblo (con todo y elección de la reina del lugar) y hasta una comitiva que para festejar el regreso de los hombres al pueblo (en caso de que esto ocurriera algún día, claro).

Desde entonces las mujeres se San Juan Aparicio conformaron como una sociedad matriarcal autosuficiente que trabajó por su cuenta y sin la necesidad de que alguna estructura federal o estatal, les brindara apoyo.

Religiosidad[editar]

La religión católica fue sumamente importante, por ejemplo, desde la inicial partida de los hombres y la falta de agua en el lugar comenzaron a pedir a San Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles, que cayera alguna gota de agua para que la naciente agricultura le diera algo de vida al pueblo. Después de seis meses sus oraciones dieron resultado.

La preocupación por la falta de hombres fue una constante, y por ello organizaban misas y peregrinaciones por el pueblo, en las que encomendaban a todos sus santos el regreso con bien de sus hombres. Algunas pedían a San Antonio de Padua que les regresara a sus maridos y novios al punto que decidieron sacar de la Iglesia una estatua de este santo y ponerla de cabeza en la plaza, de forma que todas pidieran al santo por el regreso de sus novios y maridos.

El Cine[editar]

En diciembre de 2001 alumnos del Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro, realizaron un cortometraje que retrataba lo que sucedería si un hombre regresara a San Juan Aparicio, tratando el caso de una manera cómica y mostrando la fuerza de las mujeres. Por ello el cortometraje fue seleccionado en festivales de cine en México y Estados Unidos.

Enlaces externos[editar]