Nueva teoría del comercio

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La nueva teoría del comercio es un conjunto de modelos económicos de comercio internacional desarrollados entre finales de la década de 1970 y principios de 1980, centrado en el papel que juegan los rendimientos a escala crecientes y en los efectos de red.

Según lo que habla la teoría neoclásica del comercio internacional, explica todos aquellos aspectos de ventajas comparativos. Por tanto los países gozarán de una ventaja relativa y mediante el intercambio de los distintos países se complementaran para sacar lo mejor posibles de las diferencias que existen entre ellas.

Sus teóricos suavizaron el supuesto de rendimientos a escala constantes, y algunos de ellos presentan argumentos en torno al uso de medidas proteccionistas para construir una fuerte base industrial en ciertos sectores económicos.

Asimismo expone formas menos cuantitativas del argumento de la industria naciente como contraposición al comercio libre irrestricto.

Impacto de la teoría[editar]

Aunque la idea de proteger industrias nacientes no era nueva (una idea que ofrece, en teoría, desde el siglo XVIII, y en la política comercial desde la década de 1880), lo que era nuevo en la "nueva teoría del comercio" fue el rigor de la economía matemática utilizada para modelizar los rendimientos crecientes a escala, y en especial el uso del efecto de red para argumentar que la formación de industrias importantes dependía de una senda previa de tal manera que se pudiera controlar la planificación industrial y el sistema tarifario.

Los modelos desarrollados fueron muy técnicos, y predijeron las posibilidades de especialización por industria nacional observadas en el mundo industrial (las películas de Hollywood, los relojes en Suiza, etc.). La historia de las concentraciones industriales dependientes de la trayectoria en algún momento puede dar lugar a la competencia monopolística o incluso a situaciones de oligopolio.

Algunos economistas, como Ha-Joon Chang, habían argumentado que el libre comercio ha impedido el desarrollo de las industrias de automóviles japoneses en la década de 1950, cuando las cuotas y regulaciones impedían competir contra las importaciones. Se animó a las empresas japonesas a importar tecnología de producción extranjera, con el requisito de producir el 90% de las piezas en el país al cabo de cinco años. Las dificultades a corto plazo de los consumidores japoneses (que no pudieron comprar los vehículos superiores producidas por el mercado mundial) fueron más que compensado por los beneficios a largo plazo de los productores, que ganaron tiempo para poder competir con sus rivales internacionales.