Manuel Belgrano

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Manuel Belgrano

Manuel Belgrano durante su estadía en Londres; obra al óleo sobre tela de François Casimir Carbonnier, la imagen del fondo reproduce el primer izado de la Bandera Argentina [nota 1]

4.º General en Jefe del Ejército del Norte
Predecesor Juan Martín de Pueyrredón
Sucesor José de San Martín

8.º General en Jefe del Ejército del Norte
7 de agosto de 1816-11 de diciembre de 1819
Predecesor José Rondeau
Sucesor Francisco Fernández de la Cruz

Jefe del Regimiento de Patricios
1811-1814
Predecesor Cornelio Saavedra
Sucesor Gregorio Perdriel

Información personal
Nacimiento 3 de junio de 1770 Ver y modificar los datos en Wikidata
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 20 de junio de 1820 Ver y modificar los datos en Wikidata (50 años)
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Causa de muerte Edema Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Convento de Santo Domingo Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Argentina
Religión Catolicismo
Familia
Cónyuge

María Josefa Ezcurra

María Dolores Helguero y Liendo
Hijos Manuela Mónica, Pedro Rosas
Educación
Educado en Universidad de Valladolid
Información profesional
Ocupación abogado, periodista, político, economista y militar
Movimiento Carlotismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Lealtad Bandera de Argentina República Argentina
Rango militar
Conflictos Guerra de Independencia de la Argentina y Expedición de Belgrano al Paraguay Ver y modificar los datos en Wikidata
Firma

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano (Buenos Aires, a la sazón Virreinato del Perú, hoy República Argentina, 3 de junio de 1770 – ibídem, 20 de junio de 1820) fue un intelectual, economista, periodista, político, abogado, militar criollo y porteño de destacada actuación en el Río de la Plata durante las dos primeras décadas del siglo XIX.

Participó en la defensa de Buenos Aires, la capital del Virreinato del Río de la Plata, en las dos Invasiones Inglesas -en 1806 y 1807- y promovió la emancipación de hispanoamérica respecto de España apoyando las aspiraciones de la princesa Carlota Joaquina en la región -aunque sin éxito-.

Fue uno de los principales patriotas que impulsó la Revolución de Mayo que destituyó al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y creó la Primera Junta, que reemplazó al gobierno y que integró como vocal.

Peleó en la Guerra de Independencia de la Argentina contra los ejércitos realistas siendo el jefe de la Expedición Libertadora al Paraguay y aunque fue derrotado, sentó las bases de la declaración de independencia paraguaya de 1811. Fue también jefe de la una de las Expediciones Libertadoras a la Banda Oriental.

En 1812 creó la bandera de Argentina en la actual ciudad de Rosario.

Como general del Ejército del Norte tuvo a su cargo la Segunda Campaña Auxiliadora al Alto Perú, dirigiendo el éxodo jujeño y comandando las victorias de los revolucionarios en la Batalla de Tucumán y en la Batalla de Salta auque después fue derrotado por los realistas.

Durante el Directorio tuvo gran influencia en el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América, hoy Argentina proyectando vanamente el establecimiento de una monarquía constitucional dirigida por un noble Inca. Asimismo peleó en las guerras civiles argentinas contra los caudillos del litoral.

La educación del pueblo fue una de sus principales preocupaciones: para ello elaboró durante su estadía en España un plan de acción con avanzadas ideas sobre la misma.

Trayectoria

Nacimiento, familia y primeros estudios

Escudo de armas de la familia Belgrano.
La casa de Manuel Belgrano, demolida a inicios del siglo XX.

Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, en la casa paterna, actual Avenida Belgrano 430 a metros del Convento de Santo Domingo y fue bautizado por el sacerdote Juan Baltasar Maciel y Lacoizqueta[1]​ en la Catedral de Buenos Aires al día siguiente.[2]

Manuel era criollo, aunque su padre Domenico era de origen italiano,[3]​ oriundo de Oneglia, en Liguria, y tenía como segundo apellido el de Peri, que se castellanizó luego como Pérez. Era un comerciante autorizado por el rey de España para trasladarse a América y había llegado a Buenos Aires en 1754.[4][nota 2]

La madre de Belgrano era María Josefa González Casero, nacida en la ciudad de Buenos Aires, de familia procedente de Santiago del Estero.[5]

Manuel estudió primeramente en el Real Colegio de San Carlos (antecedente del actual Colegio Nacional de Buenos Aires).

Abogado

Domingo Belgrano y Peri tuvo un éxito como comerciante que le permitió enviar a sus hijos Francisco y Manuel a estudiar a Europa. Deseaba que se instruyeran en comercio, pero Manuel optó en cambio por estudiar Derecho.

Entre 1786 y 1793 estudió Derecho en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid, donde se graduó como Bachiller en Leyes, con medalla de oro, a los 18 años de edad en la Cancillería de Valladolid, dedicando especial atención a la economía política. Por tal motivo, en Salamanca fue el primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política.

Ideas políticas y económicas

Manuel Belgrano alcanzó un destacable éxito y prestigio por ese entonces, que le permitió obtener del papa Pío VI una autorización para leer toda clase de literatura prohibida. Dicha concesión se le otorgó "...en la forma más amplia para que pudiese leer todo género de libros condenados aunque fuesen heréticos.",[6]​ con la única excepción de las obras obscenas. De esta manera tuvo acceso a los libros de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau y Filangieri; así como imbuirse de las tesis fisiocráticas de François Quesnay. También leyó a los escritores españoles de tendencia ilustrada, como Gaspar Melchor de Jovellanos y Pedro Rodríguez de Campomanes. Las ideas de Adam Smith también influenciaron en su persona.

Siguió los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789, que le influyeron hasta el punto de hacerle adoptar, como a José de San Martín, el ideario liberal de finales del siglo XVIII.

La Revolución francesa fue un importante tema de discusión en Europa durante la permanencia de Manuel Belgrano.

Belgrano se rodeó de la élite intelectual de España, y por aquel entonces se discutía sobremanera la reciente Revolución francesa. Los cuestionamientos al derecho divino de los reyes, los principios de igualdad ante la ley y de libertad, y la aplicación universal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, estaban en boca de todos. En esos círculos se consideraba imperioso refundar la nación bajo principios similares, y quienes no estaban de acuerdo eran tachados de tiranos y partidarios de ideas antiguas y desprestigiadas.[6]​ Años más tarde escribiría en su autobiografía:

Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.[7]

También se dedicó al estudio de las lenguas vivas, la economía política y el derecho público.

Más tarde, de regreso al Virreinato del Río de la Plata, quizás a través de su primo Juan José Castelli, se interesó por el pensamiento de Francisco Suárez, quien declaraba que el poder de los gobiernos deviene de Dios a través del pueblo.

El Consulado de Comercio

Manuel Belgrano fue nombrado Secretario "Perpetuo" del Consulado de Comercio de Buenos Aires el 2 de junio del 1794,[nota 3]​ y unos meses después regresó a Buenos Aires. Ejerció ese cargo hasta poco antes de la Revolución de Mayo, en 1810. En dicho cargo se ocupaba de la administración de justicia en pleitos mercantiles y fomentar la agricultura, la industria y el comercio. Al no tener libertad para realizar grandes modificaciones en otras áreas de la economía, concentró gran parte de sus esfuerzos en impulsar la educación. En Europa su maestro Campomanes le había enseñado que la auténtica riqueza de los pueblos se hallaba en su inteligencia y que el auténtico fomento de la industria se encontraba en la educación.[8]

Juan José Castelli, primo de Manuel Belgrano, ambos compartieron las labores en el Consulado de Buenos Aires y en el periodismo.

Durante su gestión estuvo casi en permanente conflicto con los vocales del Consulado, todos ellos grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico con Cádiz. Año tras año presentó informes con propuestas influenciadas por el librecambismo que, en general, fueron rechazadas por los vocales. Belgrano sostenía por entonces que "El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad".[8]

De todos modos obtuvo algunos logros importantes, como la fundación de la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a través del Consulado, también abogó por la creación de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva. Su motivación para fundar la escuela de comercio radicaba en que consideraba que la formación era necesaria para que los comerciantes obraran en función del crecimiento de la patria. Con las escuelas de Dibujo y Náutica se pretenderá fomentar en los jóvenes el ejercicio de una profesión honrosa y lucrativa. Estas últimas funcionaban en un mismo local, contiguo al consulado, de forma que Belgrano pudiese observar e inspeccionar su desenvolvimiento. Estas escuelas operaron durante tres años, y fueron cerradas en 1803 por orden de la corona española —en particular del ministro Manuel Godoy— que las consideraba un lujo innecesario para una colonia. Belgrano consideró que el impulso educativo "no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales".

Su iniciativa ayudó a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa, y en el que colaboraban Belgrano y Manuel José de Lavardén. Dejó de aparecer en octubre de 1802, tras tirar unos doscientos números, después de varios problemas con las autoridades virreinales, que veían con malos ojos las tímidas críticas allí deslizadas y el estilo desenfadado de las sátiras y críticas de costumbres.

También colaboró en el Semanario de Agricultura, Comercio e Industria, dirigido por Hipólito Vieytes. Allí explicaba sus ideas económicas: promover la industria para exportar lo superfluo, previa manufacturación; importar materias primas para manufacturarlas; no importar lo que pudiese producir en el país ni mercaderías de lujo; importar solamente mercaderías imprescindibles; reexportar mercaderías extranjeras; y poseer una marina mercante.

Ya por entonces Belgrano se veía afectado por una enfermedad contraída en Europa,[nota 4]​ que lo obligó a tomar licencias de varios meses en el Consulado, y motivó también que recomendara a la Corte a su primo Juan José Castelli, de principios similares, como posible reemplazante.[9]​ La oposición de los comerciantes españoles demoró la designación de Castelli hasta 1796.[10]

Las Invasiones Inglesas

Belgrano fue designado capitán de las milicias urbanas de Buenos Aires en 1797 por el virrey Pedro de Melo. Trabajaba por entonces en el Consulado, y no tenía un interés genuino en desarrollar ninguna carrera militar. En su autobiografía declaró lo siguiente:

Si el virrey Melo me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la capital, más bien lo recibí para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera.[7]

El virrey Sobremonte le encargó la formación de una milicia en previsión de algún ataque inglés, pero no tomó el encargo muy en serio. Esto llevó a su primer participación en un conflicto armado, cuando el 25 de junio de 1806 desembarcó una expedición de 1.600 soldados ingleses al mando de William Carr Beresford, lo cual inició las Invasiones Inglesas. Belgrano marchó al Fuerte de Buenos Aires apenas escuchó la alarma general, donde reunió a numerosos hombres para enfrentar la invasión. Sin conocimientos de milicia, marcharon desordenadamente hacia el Riachuelo. Tras un único cañonazo inglés, debió obedecer las indicaciones de su jefe de mando y ordenar la retirada. Más tarde escribiría: "Nunca sentí más haber ignorado hasta los rudimentos de la milicia." Tras tomar la ciudad los ingleses exigieron a todas las autoridades que prestaran juramento de lealtad. El Consulado en pleno accedió a la demanda inglesa, exceptuando a Belgrano que sostuvo que "Queremos al antiguo amo, o a ninguno". Se exilió de Buenos Aires y buscó refugio en la capilla de Mercedes, en la Banda Oriental.[11]

Los ingleses fueron expulsados por una expedición organizada por Santiago de Liniers, aunque se esperaba que éstos intentarían atacar nuevamente la ciudad. Belgrano regresó tras la reconquista y se unió a las fuerzas que organizaba Liniers. Fue nombrado sargento mayor del Regimiento de Patricios, bajo las órdenes de Cornelio Saavedra, y profundizó sus estudios de táctica militar. Tras conflictos con otros oficiales Belgrano renunció al cargo de Sargento Mayor y se puso a las órdenes de Liniers. Durante el combate que tuvo lugar poco después sirvió como ayudante de campo de una de las divisiones del ejército a cargo del coronel Balviani.[12]​ Tras la exitosa resistencia de Buenos Aires volvió a hacerse cargo del Consulado y dejó nuevamente los estudios militares.[7]

El carlotismo

Carlota Joaquina de Borbón.

Belgrano fue el fundador en el Río de la Plata de la corriente llamada carlotismo. Ante la llegada de noticias de que la metrópoli había sido ocupada por el ejército francés y el rey Fernando VII estaba preso en Francia, esperaba poder suplantarlo, al menos para ese Virreinato, por la infanta Carlota Joaquina, hermana del rey depuesto y residente en esa época en Río de Janeiro. También el marqués de Casa Pizarro, Ramón García de León y Pizarro, pensaba que esto sería positivo para el Virreinato del Río de la Plata, dadas las circunstancias de España frente al poder de José Bonaparte.[13]​ Su idea era ganar más autonomía, y tal vez la independencia, a través de la figura de la Infanta. Mantuvo nutrida correspondencia con ella y unió a su movimiento a muchos destacados independentistas, como Castelli, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, Miguel Mariano de Villegas e incluso efímeramente a Saavedra.

Pero su teoría chocaba de frente con la realidad: la Infanta era la esposa del regente y príncipe heredero de Portugal, que de esa manera habría extendido sus colonias, absorbiendo el Virreinato del Río de la Plata. Por otro lado, las ideas políticas de Carlota Joaquina eran absolutistas y jamás habría permitido que bajo su corona se instalara ninguna forma de autonomía. El partido carlotista logró tener bastante influencia, pero nunca llegó a poner en peligro el Virreinato del Río de la Plata; a comienzos de 1810, el proyecto carlotista había fracasado, aunque el partido de Belgrano seguía funcionando como centro de conspiraciones independentistas.

Convenció al nuevo virrey, Cisneros, de editar otro periódico, el Correo de Comercio, y con la excusa de discutir sus ediciones, promovía reuniones en que se planeaban las acciones de su grupo político. Su nombre público era la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica.

Apoyó la apertura al comercio internacional del puerto de Buenos Aires, que fue ordenada por el virrey Cisneros, en parte presionado por la famosa Representación de los Hacendados, escrita por Mariano Moreno, pero aparentemente basada en las ideas de Belgrano.[14][15]

En abril de 1810 renunció a su cargo en el Consulado.

La Revolución de Mayo y la Primera Junta de Gobierno

A principios de mayo de 1810 Manuel Belgrano fue uno de los principales dirigentes de la insurrección que se transformó en la Revolución de Mayo. En ésta su actuación fue central, tanto personalmente como en su rol de jefe del carlotismo. Participó en el cabildo abierto del 22 de mayo y votó por el reemplazo del Virrey por una Junta, que fue la propuesta vencedora. El 25 de mayo fue elegido vocal de la Primera Junta de Gobierno, embrión del primer gobierno patrio argentino, junto con otros dos carlotistas: Castelli y Paso.

Continuó dirigiendo y editando el Correo de Comercio, en el cual expresó:

Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para los ricos.

Belgrano era el miembro de la Junta con más experiencia política, y el más relacionado: la mayor parte de los funcionarios nombrados por el nuevo gobierno lo fueron por consejo suyo. Dirigió por un corto período el ex partido carlotista, pero rápidamente el control del grupo —y en cierta medida del gobierno— pasó a Mariano Moreno.

Campaña al Paraguay y actividad en la Banda Oriental

Aunque no era militar profesional, la Primera Junta nombró a Manuel Belgrano general al mando del ejército libertador del Paraguay. Dice al respecto en su autobiografía:

Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición al Paraguay. La Junta puso las miras en mí para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella; admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos.

En sus campañas militares llamó la atención su frugalidad y su modo de vida equiparable al de un soldado raso.

Al mando de un escaso y bisoño ejército, en el cual hicieron sus primeras armas los asuncenos José Espínola, Narciso Flores, Félix Bogado y José Machain, aseguró la autoridad del nuevo gobierno en la Mesopotamia argentina, organizando como villas y dándoles una fundación formal a los pueblos preexistentes de Curuzú Cuatiá y Mandisoví (cerca de la actual Federación (Entre Ríos)) como antemurales contra las invasiones brasileñas.

Ya en territorio paraguayo, logró una primera victoria sobre los realistas en la batalla de Campichuelo, pero resultó derrotado por tropas numéricamente muy superiores en la batalla de Paraguarí y en la batalla de Tacuarí. Estas derrotas, en 1811, significaron un revés para el intento de mantener a Paraguay unido a la Argentina, aunque logró influir efectiva y eficazmente en la emancipación de dicho territorio, a tal punto que en 1812 firmó con el nuevo estado un tratado de Confederación, que no pudo concretarse entonces. Es en esa época que redactó los Reglamentos para las provincias de Misiones, cuerpo legislativo que es precedente para la Constitución Nacional argentina.

Ante el agravamiento de la situación de los patriotas en la más estratégica Banda Oriental la Junta porteña obligó a Belgrano a concluir lo más pronto posible la campaña en Paraguay.

Después del fracaso de la expedición, la Junta de Buenos Aires le inició una causa el 6 de junio de 1811, aunque no había un cargo concreto hacia él, sino una "petición del pueblo" para que se hiciesen los "cargos a que hubiese lugar". Se convocó entonces tanto al pueblo de Buenos Aires como a la milicia de la Banda Oriental para que declararan contra el general. Sin embargo, no solo nadie presentó cargos en su contra, sino que los oficiales que habían actuado en la campaña al Paraguay manifestaron en un documento no tener quejas y defendieron su sacrificio patriótico y heroico valor. El tribunal llamó a declarar a algunos militares, quienes manifestaron la conducta de Belgrano fue intachable.

Finalmente, el gobierno resolvió el 9 de agosto de 1811 absolverlo y emitir el veredicto en la Gazeta de Buenos Ayres:[16]

...se declara que el general don Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y consistencia digno del reconocimiento de la patria...

Mientras tanto, la Junta le encargó que se pusiera al frente del ejército que debía sitiar y rendir Montevideo ciudad que estaba aún bajo el poder de los españoles, llevando como su segundo jefe a José Rondeau. A mediados de abril, Belgrano, nombró a José Gervasio Artigas Segundo Jefe Interno del Ejército de Operaciones de la Banda Oriental, según lo comunicó a la Junta en su oficio datado en Mercedes, el 27 de abril de 1811. La Junta Grande, en cambio, designó segundo jefe a Rondeau, quien recién llegó a Mercedes a principios de mayo. De acuerdo con las órdenes que había recibido la Junta, Belgrano nombró a Artigas Comandante Principal de las Milicias Patrióticas,[nota 5]​ pero Belgrano fue llamado a Buenos Aires por el Primer Triunvirato.

En octubre de 1811 se encontraba nuevamente en Paraguay y el día 12 firmó con el recientemente constituido primer gobierno independiente de dicho territorio un Tratado de Amistad, Auxilio y Comercio para una Confederación.

Posteriormente el Triunvirato lo envió nuevamente a entrevistarse con el nuevo gobernante del Paraguay, Gaspar Rodríguez de Francia, pero éste no le recibió ni contestó sus comunicaciones; ese fue el comienzo del aislamiento absoluto que el doctor Francia impuso a su país.

La creación de la bandera argentina

Virgen de Caacupé una de las advocaciones a santa María que Manuel Belgrano tuvo por referencia.

Manuel belgrano fue nombrado jefe del regimiento de Patricios en reemplazo de Saavedra, que había sido condenado a destierro. Pero el Regimiento se negó a aceptarlo como su jefe, y se amotinó, en el llamado Motín de las Trenzas, que fue sangrientamente reprimido.[17]​ Para recomponer la disciplina, fue enviado a Rosario a vigilar el Río Paraná contra avances de los realistas de Montevideo.

Allí, en Rosario, a las orillas del río Paraná, el 27 de febrero de 1812 enarboló por primera vez la bandera argentina, creada por él con los colores de la escarapela, también obra suya. Lo hizo ante las baterías de artillería que denominó "Libertad" e "Independencia", donde hoy se ubica el Monumento Histórico Nacional a la Bandera. Inicialmente, la bandera era un distintivo para su división del ejército, pero luego la adoptó como un símbolo de independencia. Esta actitud le costó su primer enfrentamiento abierto con el gobierno centralista de Buenos Aires, personificado en la figura del ministro Bernardino Rivadavia, de posturas netamente europeizantes. El Triunvirato reaccionó alarmado: la situación militar podría obligar a declarar una vez más la soberanía del rey Fernando VII de España, de modo que Rivadavia le ordenó destruir la bandera. Sin embargo, Belgrano la guardó y decidió que la impondría después de alguna victoria que levantara los ánimos del ejército y del Triunvirato.

En cuanto a su elección de los colores de la bandera nacional argentina, tradicionalmente se ha dicho que se inspiró en los colores del cielo; esta versión es sin dudas válida aunque no excluyente de otras. Sin embargo, es muy probable que haya elegido los colores de la dinastía borbónica (el azul-celeste y el 'plata' o blanco) como una solución de compromiso: en sus momentos iniciales las Provincias Unidas del Río de la Plata, para evitar el estatus de rebelde declararon que rechazaban la ocupación realista, aunque mantenían aún fidelidad a los Borbones. Por otra parte, Belgrano parece haber sido devoto de la Virgen de Luján, y otras advocaciones de la Virgen (de Chaguaya, de Itatí, del Valle, de Cotoca, y de Caacupé), cuyas vestes tradicionalmente son o han sido albicelestes; en rigor ninguna de las teorías se contradice ya que los colores del cielo representan al manto de la Inmaculada Concepción de La Virgen cuyos colores fueron elegidos por la dinastía borbónica de la Corona de España para su presea más importante entonces otorgada: la Orden de Carlos III, de esta presea o condecoración surgió luego durante las Invasiones Inglesas la escarapela y penacho del Regimiento de Patricios.

En el año 1938 por primera vez se celebró el Día de la Bandera en Argentina, eligiéndose el 20 de junio, día de la fecha de su fallecimiento.[nota 6]

Segunda Campaña al Alto Perú

Manuel Belgrano a caballo.

El mismo día que hizo flamear esa bandera, en febrero de 1812, Manuel belgrano era nombrado jefe del Ejército del Norte. Debía partir hacia el Alto Perú, para brindar nuevamente auxilia a las provincias "de arriba", reemplazando a Juan Martín de Pueyrredón y engrosando el ejército con las tropas de su regimiento.

Se hizo cargo del mando en la Posta de Yatasto: del ejército derrotado quedaban apenas 1500 hombres, de los cuales 400 internados en el hospital; tampoco había casi piezas de artillería, y no tenía fondos para pagar a los soldados. Fue designado como su mayor general Eustoquio Díaz Vélez, quien lo acompañó durante toda la Segunda Campaña Auxiliadora al Alto Perú.

Belgrano instaló su cuartel en Campo Santo, al este de la ciudad de Salta. Se dedicó a disciplinar el ejército y organizó su hospital, la maestranza y el cuerpo de ingenieros. Su seriedad y su espíritu de sacrificio le ganaron la admiración de todos y logró levantar el ánimo de las tropas.

En mayo se trasladó a San Salvador de Jujuy e intentó algunas operaciones en la Quebrada de Humahuaca. Para levantar la moral del ejército, hizo bendecir la bandera por el cura de la iglesia de la ciudad, Juan Ignacio Gorriti, que había sido miembro de la Junta Grande.

Mientras tanto, el ejército de José Manuel de Goyeneche, el vencedor de Huaqui, se demoraba en comenzar operaciones en el sur, retrasado por la desesperada defensa de Cochabamba. Pero a fines de junio comenzó su avance hacia el sur.

En esta situación, Belgrano recibió del Primer Triunvirato la orden de replegarse, sin presentar batalla, hacia Córdoba. Así fue que dirigió el "Éxodo Jujeño": ordenó a toda la población seguirlo, destruyendo todo cuanto pudiera ser útil al enemigo. No pudo hacer cumplir esa misma orden para la ciudad de Salta, dado que el enemigo estaba ya muy cerca.

Los triunviros de Buenos Aires le ordenaron una retirada hasta la ciudad de Córdoba pero Belgrano, conocedor por experiencia de los territorios, observó que las posibles defensas de Córdoba podrían ser muy fácilmente esquivadas por una ofensiva realista procedente del Alto Perú, e incluso reforzada desde el reocupado Chile (la ciudad de Córdoba aunque está cerca de las sierras se ubica ya en una llanura escasamente defendible por lo cual, sin presentar batalla a los patriotas los realistas podían avanzar directamente hasta Buenos Aires), lo cual le hizo considerar la petición de resistencia a ultranza hecha por el pueblo en San Miguel de Tucumán.

Fue alcanzado en Combate de las Piedras, donde perdió algunos hombres; pero ordenó un contraataque que resultó exitoso y levantó la decaída moral de su ejército en retirada. Cumpliendo las órdenes, se dirigió hacia Santiago del Estero. Pero los ciudadanos notables de San Miguel de Tucumán, encabezados por Bernabé Aráoz, lo convencieron de desviarse hacia esa ciudad. Allí reunió varios centenares de soldados más y se hizo fuerte en la propia ciudad. Respondió a un altanero ultimátum del general Goyeneche fechado en el "cuartel general del Ejército Grande" con una irónica negativa fechada en el "campamento del Ejército Chico".

El jefe del ejército de vanguardia realista, general Pío Tristán, avanzó hasta las afueras de la ciudad con sus tropas desprevenidas, con la artillería empacada sobre las mulas.

Pero cuando el ejército se presentó en el llamado "Campo de las Carreras", en las afueras de la ciudad, fueron sorpresivamente atacados por el ejército independentista. La batalla de Tucumán, librada el 24 de septiembre de 1812, fue increíblemente confusa: cada unidad peleó por su lado, se desató una tormenta de tierra, e incluso el cielo se oscureció por una manga de langostas. Belgrano acampó a cierta distancia, y sólo el llegar la noche supo que había triunfado. Fue la más importante de las victorias revolucionarias de la guerra de la independencia argentina.

Belgrano reorganizó las tropas y avanzó hacia Salta. El 20 de febrero de 1813 se libró la batalla de Salta, en la pampa de Castañares, lindante con la ciudad de Salta, en la que logró un triunfo completo, haciendo inútil la defensa de las tropas de Tristán. Fue la primera vez que la bandera argentina presidió una batalla.

Firmó con Tristán un armisticio, por el cual dejó en libertad a los oficiales realistas, bajo juramento de que nunca volvieran a tomar las armas contra los patriotas. Esta decisión le valió las críticas de los miembros del gobierno porteño y de muchos historiadores actuales. Pero es posible que, si se hubiera portado con más crueldad, como Castelli en 1811, no hubiera podido recibir el apoyo que recibió en el Alto Perú.

Como consecuencia de la batalla de Salta, las provincias altoperuanas de Chuquisaca, Potosí, y más tarde, Cochabamba, se levantaron contra los españoles. Expulsó al obispo de Salta, cuando descubrió que estaba cooperando con los realistas.

Tucumán hacia 1812 durante el gobierno del General Manuel Belgrano(óleo actual)

En abril de 1813 inició el avance hacia el norte, al territorio de la actual Bolivia. Intentó no empeorar las relaciones con los altoperuanos, que habían quedado mal predispuestos contra los porteños desde las imprudencias de Castelli y Bernardo de Monteagudo, pero hizo ejecutar a los realistas que habían violado el juramento dado en la batalla de Salta y por el que habían sido liberados: les cortó las cabezas y las hizo clavar con un cartel que decía "por perjuros e ingratos".

En junio entraba con su ejército de 2.500 hombres en Potosí, donde reorganizó la administración y nombró gobernadores adictos en casi todo el Alto Perú. Mientras tanto, Goyeneche era reemplazado por Joaquín de la Pezuela, un general, más hábil que aquél, que pronto reunió un ejército de casi 5.000 hombres.

Belgrano se puso en marcha con 3.500 hombres, entre los que se contaban fuerzas indígenas comandados por Cornelio Zelaya, Juan Antonio Álvarez de Arenales, Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes. Éste último había sido nombrado gobernador de Santa Cruz de la Sierra por Belgrano, y había logrado extender significativamente el territorio liberado.

Enfrentó a Pezuela el 1 de octubre en la batalla de Vilcapugio, donde en un primer momento pareció que podía lograr la victoria. Un sorpresivo contraataque realista logró una victoria total para Pezuela. En ella perdió poco menos de la mitad de sus tropas, casi toda su artillería y su correspondencia. Por ésta, Pezuela supo que Belgrano esperaba refuerzos. Por eso forzó rápidamente una nueva batalla.

En la batalla de Ayohuma, del 14 de noviembre, y a pesar del consejo contrario de sus oficiles de no presentar batalla, no atinó a ocultar la disposición de sus tropas, lo que permitió que Pezuela lo atacara con seguridad, cambiando de frente. Fue una completa victoria realista.

Como consecuencia de estas derrotas se retiró a Jujuy, dejando las provincias del Alto Perú en manos del enemigo. Quedaban en esas provincias varios jefes revolucionarios, los más destacados de los cuales fueron Arenales, Warnes y Padilla, que dieron mucho trabajo a su enemigo hasta el regreso del Ejército del Norte, al año siguiente.

Belgrano fue cuestionado por el Segundo Triunvirato. En enero debió dejar el mando del Ejército del Norte al coronel José de San Martín, quien había sido uno de los jefes de la Revolución del 8 de octubre de 1812 que había depuesto al Primer Triunvirato. En la Posta de Yatasto Belgrano entregó la jefatura a San Martín y a los pocos días regresó a Buenos Aires, seriamente enfermo por afecciones contraídas durante sus extensas campañas militares, probablemente paludismo y tripanosomiasis.

Pese a encontrarse con un ejército material y anímicamente diezmado, San Martín reconoció en todo momento la gran labor libertadora desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú, profesándole en todo momento un gran respeto y admiración.

Su fracaso en esta campaña ha sido considerado como determinante de la posterior separación de Bolivia de Argentina.[18]

Diplomacia en Europa

Manuel Belgarno siguió prestando servicios a la causa argentina como diplomático. Entre 1814 y 1815 viajó, con riesgo para su vida, tanto por estar enfermo como por ser considerado un súbdito rebelde, a Europa para negociar el reconocimiento de la independencia ante las potencias del Viejo Mundo, aunque sin obtener resultados.

Fue enviado junto con Rivadavia a Londres, para negociar con el gobierno inglés y con el rey de España, Fernando VII. No es seguro qué actitud debían tomar respecto de éste, si conseguir la independencia o reconocerlo como monarca constitucional. Rivadavia llevaba instrucciones secretas que Belgrano no conocía: negociar preferentemente con Londres y ofrecer la corona del Reino del Río de la Plata a un príncipe español o inglés. De paso por Río de Janeiro, se entrevistaron con lord Strangford, el embajador inglés. También estaba en esa ciudad Manuel José García, enviado por Carlos María de Alvear para negociar otras opciones; entre ellas, la incorporación a Inglaterra como colonia.

Llegados a Londres, no lograron entrevistarse con el canciller Castlereagh. Temiendo quedar aislados, intentaron coronar al príncipe Francisco de Paula de Borbón, un hermano de Fernando VII, con la colaboración del exrey Carlos IV de España. Incluso Belgrano redactó un proyecto de constitución, casi copiada de la inglesa, con su cámara de Nobles, de Comunes, y su nobleza.[19]

Durante su viaje como diplomático observó la hostilidad de casi todos los gobiernos europeos de entonces hacia las repúblicas y las democracias ya que la restauración absolutista de la Santa Alianza se había impuesto en Europa. Esto explica que a su regreso de la misión en Europa, a mediados de 1815 haya propuesto, como San Martín y por idénticos motivos, un gobierno de transición que fuera una monarquía constitucional.

Registros del Cementerio de la Recoleta sobre el entierro de Juan Bautista Túpac Amaru, Inca que Manuel Belgrano intentó coronar como rey de las independizadas Provincias Unidas de Sudamérica.

La guerra civil en el litoral

Al retornar a Buenos Aires Manuel Belgrano aceptó el cargo del ejército de operaciones que el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata envió contra los federales de la tenencia de gobierno de Santa Fe, que dependía jurisdiccionalmente de Buenos Aires.

Belgrano reemplazó a Juan José Viamonte, que estaba sitiando la villa de Rosario. Su segundo era Eustoquio Díaz Vélez, el mismo que había sido su segundo en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Lo envió a exigir rendición a los santafesinos, pero éste -tratando de evitar una guerra civil- acordó el Pacto de Santo Tomé con el gobernador Mariano Vera, en abril de 1816. Por este tratado depuso a Belgrano como jefe del ejército, colocándose él mismo en su lugar. Esta rebelión de Díaz Vélez provocó la caída del director Ignacio Álvarez Thomas. Se acordó que la paz definitiva debía de ser ratificada entre ambos gobiernos y ser también aceptada por José Gervasio Artigas. El caudillo Artigas se opuso a la firma del acuerdo de paz definitivo que fue finalmente dejado de lado por el nuevo Director, Antonio González Balcarce, y por el Congreso de Tucumán. Esta negativa tuvo como consecuencia que la Liga de los Pueblos Libres no envió diputados al Congreso de Tucumán ni participó de la Declaración de independencia de la Argentina.[20]

El Congreso de Tucumán, los intentos monárquicos y la declaración de la independencia

El 6 de julio de 1816, Belgrano expuso ante los diputados del Congreso de Tucumán en dos reuniones, una propuesta de instaurar una monarquía casi nominal que ofrecía el trono a los descendientes de los Incas; «Plan del Inca»[21]​ muy probablemente según esos proyectos el título correspondería a Juan Bautista Túpac Amaru, único hermano sobreviviente conocido del inca Túpac Amaru II,[22]​ y un gobierno efectivo de tipo parlamentario, con el objeto de lograr el pronto reconocimiento a nivel internacional de la independencia argentina. Esta propuesta fue ridiculizada por sus contemporáneos. Sin embargo, obedecía a un inteligente cálculo por parte de Belgrano: la oferta de la corona a los Incas buscaba atraer la adhesión de parte de las las poblaciones incas de las actuales zonas andinas de Bolivia, Perú y Ecuador al movimiento emancipatorio que se gestaba desde Argentina.

Fue, con San Martín y Bernardo de Monteagudo, uno de los principales promotores de la Declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816.

Nuevamente general en jefe del Ejército del Norte

En agosto de 1816 Manuel Belgrano se hizo cargo nuevamente del Ejército del Norte; pero no pudo organizar una cuarta expedición al Alto Perú, como era su sueño. Sólo alcanzó a enviar al teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid en una campaña menor, en marzo de 1817, hasta las cercanías de Tarija. Pero La Madrid, después de una pequeña victoria, y con apenas 400 hombres, atacó Chuquisaca por sorpresa. Fue derrotado y tuvo que huir por la sierra y la selva, volviendo a Tucumán por el camino de Orán.[23]

La nueva guerra civil en el norte y en el litoral

También en 1817, por orden del Congreso de Tucumán, Manuel Belgrano envió a sus mejores tropas a aplastar la revolución federal de Santiago del Estero, acaudillada por Juan Francisco Borges, quien fue capturado por Aráoz de La Madrid. Al saber de la prisión de Borges, Belgrano —que originalmente había ordenado su fusilamiento— le indultó pero Lamadrid ya había fusilado a su rival santiagueño.

Tras esto, Manuel Belgrano pasó dos años acantonado en la rústica fortaleza de La Ciudadela, a un par de kilómetros al sudoeste de la Plaza Mayor de la ciudad de San Miguel de Tucumán, sin recursos para seguir la guerra, y tratando de contrarrestar los posibles contraataques de los españoles y realistas.

Se le ordenó repetidas veces utilizar divisiones del Ejército del Norte contra los federales de Santa Fe. Envió contra ellos al coronel Juan Bautista Bustos, que no logró doblegar la resistencia del caudillo santafesino Estanislao López.[24]​ Si bien no combatió personalmente a los federales continuamente se quejaba a las autoridades nacionales de la inutilidad de esa guerra y advertía al gobierno que la población de las provincias estaban descontentas del centralismo:

"Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren concluirla, no se acabará jamás... El ejército que mando no puede acabarla, es un imposible. Su único fin debe ser por un avenimiento... o veremos transformarse el país en puros salvajes..."[25]

A mediados de 1819, cuando estaba ya muy enfermo, el general José Rondeau, nuevo Director Supremo, ordenó que tanto el Ejército del Norte como el Ejército de los Andes abandonaran la lucha contra los realistas para aplastar las rebeldías provinciales. San Martín sencillamente ignoró la orden, mientras Belgrano obedeció a medias: ordenó a sus tropas iniciar la marcha hacia el sur, pero pidió licencia por enfermedad y delegó el mando en su segundo, Francisco Fernández de la Cruz.

Se instaló en Tucumán, pero a poco de llegar fue sorprendido por un motín en esa provincia, que llevó al gobierno a su viejo conocido Bernabé Aráoz, y terminó con el general en prisión. Su médico particular, el escocés Joseph Redhead —a quien había conocido después de la batalla de Tucumán y que lo había acompañado desde entonces— tuvo que interceder por él para que no fuera encadenado. Fue también él quien preparó su viaje a Buenos Aires.[26]

La provincia de Tucumán negó su obediencia al Directorio. Dos meses más tarde, también el Ejército del Norte se negó a apoyar al gobierno central contra los federales: al llegar a Santa Fe, el general Bustos dirigió el llamado motín de Arequito, y el Ejército del Norte fue disuelto.[25]

Su muerte

Mausoleo de Manuel Belgrano en el Convento de Santo Domingo, Buenos Aires, obra de Ettore Ximenes.
Wikisource alberga como Documento histórico el:

Manuel Belgrano llegó a Buenos Aires en plena Anarquía del Año XX, ya seriamente enfermo de hidropesía. Esta misma enfermedad lo llevó a la muerte, el 20 de junio de 1820.

En su lecho final fue examinado por el médico escocés Joseph Redhead, que lo atendió en su casa; al no poder pagarle por sus servicios, pues en ese momento estaba sumido en la pobreza, Belgrano quiso darle un reloj como pago, ante la negativa del galeno a cobrarle, Belgrano tomó su mano y puso el reloj dentro de ella, agradeciéndole por sus servicios. Se trataba de un reloj de bolsillo con cadena, de oro y esmalte, que el rey Jorge III de Inglaterra había obsequiado a Belgrano.[nota 7]

Una de sus últimas frases fue de esperanza, a pesar de los malos momentos que pasaban tanto él como su patria:

...sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de quien siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, maniféstándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a su Divina Majestad y de ningún modo a hombre alguno.
Manuel Belgrano[27]

Murió en la pobreza, a pesar de que su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata antes de que Manuel Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia.

El mismo día de su muerte es recordado como el Día de los tres gobernadores pues se desataba una crisis política en el gobierno ejecutivo de la provincia. Esto ayudó a que su fallecimiento fuese casi inadvertido. El único diario que publicó la noticia fue "El Despertador Teofilantrópico", que era redactado por el fraile franciscano Francisco de Paula Castañeda.[28][29]

Cumpliendo con su última voluntad, su cadáver fue amortajado con el hábito de los dominicos tal como era costumbre entre los terciarios dominicos, de los que formaba parte[30]​) y fue trasladado desde la casa paterna en la que murió -actual avenida Belgrano, nº 430- al Convento de Santo Domingo, recibiendo sepultura en un atrio. El mármol de una cómoda de su casa sirvió de lápida para identificarlo.[31]

Exhumación de sus restos

El 4 de septiembre de 1902, una comisión designada por el presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, procedió a exhumar los restos para trasladarlos a la urna que sería depositada en el monumento que se inauguraría en octubre de ese año en el mismo atrio de Santo Domingo. Dicho monumento se construyó por suscripción popular.

Levantada la lápida, se retiraron los huesos que fueron colocados en una bandeja de plata. Entre ellos se encontraron algunos dientes, uno de los cuales fue tomado por el ministro del interior, doctor Joaquín V. González, y otro por el ministro de Guerra, coronel Pablo Ricchieri. Este hecho fue publicado y condenado por los principales diarios porteños y concluyó cuando el prior de Santo Domingo comentó, en cartas al diario La Prensa, que había recibido ambos dientes. El ministro González se había justificado ante el prior diciendo que se había llevado el diente para mostrarlo a sus amigos, y Ricchieri dijo que el lo retiró para presentarlo al señor general Bartolomé Mitre.[32]

Manuel Belgrano y la educación

Manuel Belgrano fue uno de los próceres argentinos que más énfasis puso en impulsar la educación. Durante su estadía en España había elaborado un plan de acción, que en total abarcaba seis puntos. Uno de ellos estaba dedicado a la educación:

Antiguamente se halló en la política la máxima siguiente: ´Es bueno, mantener la gran masa del pueblo en la ignorancia, idea que aunque no fuera indigna del hombre, se opone directamente al verdadero interés del Soberano. (...) Ése es uno de los objetivos más importantes del gobierno. Vasallos dichosos y Soberano poderoso, son los resultados del estado actual de las escuelas públicas, y de la educación lugareña, que después de mil ensayos, se han establecido en varias provincias de Alemania, Suecia, Inglaterra, etc. (...) Por este medio se logran en la gran masa de una nación costumbres sanas.[33]

Respecto a la educación ha dicho que:

Sin que se ilustren los habitantes de un país, o lo que es lo mismo, sin enseñanza, nada podríamos adelantar.[34]
Manuel Belgrano
La patria necesita de ciudadanos instruidos.[34]
Manuel Belgrano

Memorias ante el Consulado de Comercio

Firma de Manuel Belgrano.

Al regresar de España con una sólida preparación en materia económica, mostró en su accionar la influencia que en él habían ejercido las nuevas ideas.

Ya como Secretario del Consulado, y por una real orden de erección de dicha institución (1794), tenía la obligación de presentar anualmente una memoria al cuerpo relatando las actividades realizadas. Sin embargo, Belgrano las redactó puntualizando más lo que debiera hacerse que relatando lo efectuado. De esta manera alertaba a las autoridades sobre las necesidades de la colonia, adoctrinaba a sus paisanos y no despertaba sospechas de las autoridades.[35]

En la primera memoria consular (1796), proponía la creación de siete tipos de establecimientos educativos, a saber:

En la primera memoria, fundamentó sus propuestas y su relevancia económica de muchas maneras:

Una de las causas a que atribuyo el poco producto de las tierra y el ningún adelantamiento del labrador (...) [es] porque no se mira a la agricultura como un arte que tenga necesidad de estudio, de reflexiones o de reglas.

No se crea que es ajeno al ministerio eclesiástico el instruir y comunicar las luces sobre el cultivo de las tierras, artes, comercio, etc., pues el mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen.

¿Cómo, pues, la pondremos [a la industria] en este estado [de riqueza]? Con unos buenos principios(...) Los buenos principios los adquirirá el artista en una escuela de dibujo que, sin duda, es el alma de las artes.

A estas infelices gentes (por los pobres) que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto, desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta y [son] o resultan unos salteadores o mendigos; estados seguramente deplorables, que podían cortarse si se les diese auxilio desde la infancia, proporcionándoles una regular educación, que es el principio de donde resultan ya lo bienes ya los males de la sociedad.

Uno de los principales medios que deben aceptar a este fin, son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices, [es decir, los pobres] mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria; las artes que producen abundancia que las multiplica después en recompensa, decaen; y todo, en una palabra, desaparece, cuando se abandona la industria, porque se cree no es de utilidad alguna.

Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñase doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente, inspirándoles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad.

La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte, sus principios son más dignos. (...) Sea el primero [de los medios de fomento del comercio], una escuela titulada de comercio.

Es forzoso se ponga igualmente, como medio de la protección del comercio, una escuela de náutica, sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río. (...) La utilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento, aun para los que no quieren seguir la carrera de la navegación, no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver claramente.[36]

En su memoria de 1797, sobre el cultivo del lino y el cáñamo, también hacía numerosas referencias a la educación. En sí misma, esta memoria puede ser considerada como un manual didáctico sobre agricultura, explicándose con suficiente nivel de detalle como para ser de utilidad práctica para el labrador. Relataba el tipo de terreno apto para el cultivo del cáñamo, cómo debían ser las semillas para que fueran aptas para el cultivo, la forma de sembrarlo, cultivarlo y procesarlo, de modo que fuera directamente utilizable en los telares.

En total, dedicó tres memorias exclusivamente a fomentar la educación técnica:[36]

  • 16 de junio de 1800. "Utilidad, necesidad y medios de erigir un Aula de Comercio en general, donde se enseñe metódicamente y por Maestría, la ciencia del Comercio en todos sus ramos". Hasta la fecha, esta memoria no ha podido ser hallada.
  • 14 de junio de 1802. "Establecimiento de fábricas de curtiembre". Ya hemos visto que en esta memoria la clave estaba en traer de Europa a maestros curtidores, o en enviar seis estudiantes a capacitarse en dicho oficio.
  • 16 de junio de 1806. "Fomento de la Agricultura en Establecimientos de Sociedad y Escuelas de su enseñanza". En esta memoria, que ha llegado a nuestros días, Belgrano hacía una defensa de la enseñanza de las Matemáticas en todos los ramos del saber, mostrando su relación con la del progreso de la maquinarias y ligando el de la agricultura al de éstas.

En su memoria consular de 1802 decía que sin enseñanza no hay adelantamientos y he clamado siempre por la escuela (...) como medios para la prosperidad del Estado, pero sus fondos adictos a una deuda contraída por este comercio en beneficio del erario, no han prestado margen para que pudiese disponer de ellos.[nota 8]

En el Correo de Comercio

En 1809 Belgrano aceptó la creación de un nuevo periódico, auspiciado por el entonces virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, que apareció a fines de enero de 1810 con el nombre de Correo de Comercio de Buenos Aires. Su objetivo principal era popularizar los sanos principios de la economía política y ocuparse de materias científicas y literarias, impulsando a través de esas publicaciones la Revolución, según afirmaría en su autobiografía. También exponía acerca de los beneficios económicos que resultaría de una difusión de la educación. De los siete primeros artículos publicados en el semanario, tres de ellos correspondieron al tema educación, siendo éstos los más extensos. En el primero, titulado "Educación" expresaba:

No es fácil corresponder en que ha podido consistir, ni en que consista el fundamento más sólido, la base, digámoslo así, y el origen verdadero de la felicidad pública, cual es la educación, se halla en un estado tan miserable, que aun en las mismas capitales se resienten a su falta. (...) A la falta de estos establecimientos debemos atribuir los horrores que observamos.[37]

Llegaba a ligar el amor al trabajo y las virtudes básicas de todo ciudadano con la educación primaria. Según su pensamiento, ninguna sociedad podía progresar si sus habitantes no tenían aprecio por el trabajo y esfuerzo y eran virtuosos:

¿Cómo, cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios y que el gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?[37]

Más adelante, en el mismo Correo de Comercio, volvía a insistir en la formación de valores:

¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de la que preceden. Ruboricémosnos, pero digámoslo: nadie. (...) Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que le hablemos tanto de escuelas; pero que se convenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidad perpetua y que aquellos para ser sólidos y permanentes es preciso que se compongan de las virtudes morales y sociales, que sólo pueden imprimirse bien, presentando a la juventud buenos ejemplos.[37]

Otorgaba a la educación primaria más importancia que a la universitaria, fundamentando su afirmación de la siguiente manera:

Séanos lícito aventurar la proposición de que es más necesaria la atención de todas las autoridades, de todos los magistrado, y de todos los ciudadanos para los establecimientos de la enseñanza de niñas, que para fundar una Universidad. (...) Con la Universidad, habría aprendido algo de verdad nuestra juventud en medio de la jerga escolástica, y se habría aumentado el número de nuestros doctores, pero ¿equivale esto a lo que importa la enseñanza de las que mañana han de ser madres? (...) Es indudable que no, y para prueba, no hay más que trasladarse a donde hay Universidades, y no hay quién enseñe al bello sexo.[37]

Debido a la importancia que asignaba a la educación es que se ocupaba que ésta fuese impartida del modo que él consideraba el más adecuado y eficiente. Limitaba los castigos corporales, que representaban un hábito muy arraigado en la sociedad. Eliminaba, en gran medida, la humillación pública del alumno incorregible, por considerar que era contraproducente e innecesaria.

Se ocupaba también de señalar cómo debía ser la selección de los maestros, y de describir cuáles debían ser sus características principales. Los alumnos sólo tenían una oportunidad de recibir educación, y ésta debía ser la mejor disponible. La opinión de Belgrano al respecto era contundente, tanto cuando se refiere a la educación primaria como a la técnica o terciaria:

En relación a la educación primaria opinaba que "Si por desgracia una sola de éstas [, las maestras,] hay que sea de malas costumbres, ¿es dable hacer el cálculo de los males que pueden resultar a la sociedad? Porque desengañémosnos, el ejemplo... Si, el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres."[37]

Mientrás que En relación a la educación terciaria o técnica decía que "Una especulación mal hecha puede traer consecuencias muy funestas al comercio de una provincia y de toda una nación. (...) ¡Qué de perjuicios para un país agricultor y comerciante! ¿Y qué modo de prevenirlos? La extensión de conocimientos, (...) que ni el labrador ni el comerciante ni el artista ignoren lo que les corresponde..."[36]

En su primera memoria alertaba a sus oyentes sobre el tema de la elección de los maestros, cuando decía que "debía confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible".

Las Escuelas de la Patria y los maestros

Por sus victorias de Tucumán y Salta, la Asamblea de 1813 le otorgó como premio 40 mil pesos fuertes (equivalentes a casi 80 kilos de oro).[38]​ Belgrano respondió que prefería ser un buen hijo de la patria más que un padre de la misma, y expresó que el dinero de tal premio fuera dedicado para la construcción de escuelas públicas estatales y gratuitas en las ciudades de Tarija (en la actual Bolivia), Jujuy, San Miguel de Tucumán y Santiago del Estero.[nota 9]

En el texto de su donación proponía el mecanismo de elección de los maestros, que debía estar basado en el mérito. Por ejemplo, en cuanto a la educación primaria escribió que la provisión de escuelas se hará por oposición, y pasaba a establecer con minuciosidad el procedimiento que la regularía. En el artículo siguiente, el cuarto, establece Cada tres años podrá el ayuntamiento abrir nueva oposición, y convocar opositores si lo tuviese por convencimiento o hubiese proporción de mejorar el Maestro. El que ha servido o desempeñado la Escuela en igualdad de mérito y circunstancias deberá ser preferido.[39]

Ya en el Reglamento de la Escuela de Náutica, en relación a la educación terciaria o técnica, describía en detalle un mecanismo de oposición particular designado para elegir directores:

El mecanismo de oposición consiste en la presentación de credenciales, informes sobre sus conductas pasadas, el rendir un examen y preparar un discurso a las 24 h de presentado un tema, el responder en el momento a las preguntas que cualquier miembro de la Junta desease formularle, el de labrar nuevos planos y de enseñar dicha metodología a sus discípulos, entre otros requerimientos.

El privilegio del maestro en actividad era el de conservar su puesto siempre y cuando sus aptitudes para el cargo no fueran superadas por otro maestro. La importancia que se daba a los educadores puede verse en el artículo octavo del reglamento de las escuelas donadas en 1813, en el que indicaba que se le debería dar asiento al maestro en cuerpo de Cabildo, reputándosele como Padre de la Patria.[40]

En el artículo 18 del mismo reglamento se mencionaban cuáles debían ser los caracteres del maestro, que amplían la lista que ya habíamos expuesto anteriormente:

El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la Religión, consideración y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud, y a otras ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano que la de Extranjero.[41]

Si se refirió en numerosas oportunidades a estas virtudes, sin duda era porque lo consideraba importante. Insistía Belgrano en los valores en numerosos ocasiones:

Basta con que los maestros sean virtuosos y puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud y dirigirlos por el camino de la Santa Religión y del honor y pudiendo enseñar a leer bien, poco importa que su forma de letra no sea de lo mejor; suficiente con que se pueda entender.[42]
Porque desengañémosnos, el ejemplo... Si, el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres. Nada valen teorías, en vano las maestras explicarán y harán comprender a sus discípulas lo que es justicia, verdad, buena fe, etc., y todas las virtudes, si en la práctica las desmiente, ésta arrollará todo lo bueno, y será la conducta en los días ulteriores de la depravación.[43]

Buscó elevar la condición del maestro mediante el pago de sueldos dignos. Para asegurar la financiación de la educación, propuso siempre la creación de fondos, para que los institutos tuviesen asegurados su financiamiento a perpetuidad.

Belgrano exponía que el progreso económico depende del conocimiento técnico y de los valores de la sociedad. Haciendo referencia a los males que traería el que los habitantes no estaban suficientemente capacitados, preguntaba: "¿Qué modo de prevenirlos? La extensión de conocimientos, la ilustración general, el que las luces se difundan por todos, que todos se instruyan, que adquieran ideas, que ni el labrador ni el comerciante ni el artista ignoren lo que les corresponde, que unos y otros procuren no apegarse tan íntimamente a los pensamientos de sus antepasados, los cuales sólo deben adoptarse cuando convienen y cuando no, desecharlos y abandonarlos: que lo fue útil en otro tiempo, hoy es perjudicial; las costumbres varían; los usos igualmente; y todo, de tiempo en tiempo, cambia, sin que en esto haya más misterio, que el de la vicisitud de las cosas humanas."

Vida privada

Litografía de Manuel Belgrano.

Aspecto físico

Las versiones sobre el aspecto físico de Manuel Belgrano difieren. Para Bartolomé Mitre era "de regular estatura, cabello rubio y sedoso, ojos grandes de color azul sombrío, tez muy blanca y algo sonrojada; y cabeza grande y bien modelada". Pero quienes lo describieron a la edad de dieciocho años decían que tenía ojos castaños y pelo rojo". Y un cronista inglés lo describió como rubio.[29]

No usaba bigote y tenía escasa barba, nariz fina y ligeramente aguileña y contextura delicada. Era elegante, aseado y de porte esmerado.[29]

Semblanza

De Manuel Belgrano se ha dicho que:

Es el más metódico de los [generales] que conozco en nuestra América; lleno de integridad y talento natural, no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame Ud. que es el mejor que tenemos en América del Sur.
Belgrano no tenía, como él mismo lo ha dicho, grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido.
General sin las dotes del genio militar, hombre de estado sin fisonomía acentuada...Sus virtudes fueron la resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el trabajo desinteresado.

Relaciones sentimentales y descendencia

Belgrano inició una intensa relación amorosa con María Josefa Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas, en algún momento entre su llegada a Buenos Aires y su partida a Tucumán a organizar el Ejército del Norte. No obstante, es posible que se conocieran desde antes.[45]​ Ella en realidad se había casado años antes con su primo, el navarro Juan Esteban de Ezcurra, quien después de nueve años de matrimonio, sin hijos, y disconforme con la Revolución de Mayo, se exilió en su patria, negándose María a acompañarlo. Aunque nunca la volvió a ver, Juan Esteban la nombró su heredera.

María Josefa acompañó al Ejército en la campaña del Norte. Durante la misma concibió un hijo, que nacería el 30 de julio de 1813 en la estancia de unos amigos en Santa Fe, siendo bautizado con el nombre de Pedro Pablo. Fue anotado como huérfano en la Catedral de Santa Fe y se ignora si el niño conoció a su padre, pues lo adoptó inmediatamente su tía materna, Encarnación Ezcurra, a la sazón recién casada con Juan Manuel de Rosas; se lo iba a conocer como Pedro Rosas y Belgrano, y llegó al grado de coronel. Tuvo una complicada actuación pública en la década de 1850.

En 1812, después de su victoria en Tucumán, Belgrano conoció a la joven María Dolores Helguero y Liendo, a quien prometió matrimonio. Pero la prometida unión nunca llegó a concretarse, pues cuando Belgrano regresó de sus campañas, la joven había sido dada en matrimonio a otro hombre. Se sabe que se volvieron a ver durante el Congreso de Tucumán, cuando ella aún estaba casada, y que años más tarde tuvieron como fruto de su relación a Manuela Mónica Belgrano, nacida el 4 de mayo de 1819. La niña vivió con su madre hasta 1825, cuando la hermana de su padre, Juana Belgrano de Chas, la llevó a Buenos Aires. Mónica y su medio hermano se conocieron en 1834, después de que Rosas cumpliera con el pedido de Belgrano de revelarle a Pedro su verdadera filiación cuando fuera mayor de edad. Mónica se casó en 1853 con un pariente distante, Manuel Vega Belgrano.

Otra amante conocida de Belgrano fue una francesa que se hacía llamar mademoiselle (señorita) Pichegru, a quien conoció durante su misión diplomática en Londres. La relación fue corta y terminó cuando él retornó a Buenos Aires. Pichegru, que según los relatos de la época era una mujer aventurera que vestía provocativamente, fue a visitarlo a Buenos Aires en 1817, pero debido a que él se encontraba en el Congreso de Tucumán, se volvió a Europa sin poder verlo.

Árbol genealógico

Sus padres se casaron el 4 de noviembre de 1757 en la Iglesia de la Merced. La madre era porteña, (aunque el padre y los hermanos menores que ella eran de Santiago del Estero) y tenía 27 años cuando nació Manuel, en su sexto parto. Falleció en agosto de 1799. El padre era genovés y falleció en septiembre de 1795.[29]

Por el linaje paterno

 
 
 
 
Pompeyo Belgrano (casado con Marina Belgrano)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agustín Belgrano y Belgrano
 
Carlos Matías Belgrano y Belgrano (casado con Juana del Giúdice)
 
María Virginia Belgrano y Melgrano
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Rogelio Belgrano del Giúdice
 
Francisco Belgrano del Giúdice (casado con Ana Bianchi)
 
Tomás
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Carlos Félix Belgrano Bianchi (casado con María Josefina Berio)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Juan Bautista Belgrano Berio
 
Carlos Nicolás Félix Belgrano Berio (casado con María Gentile Peri Tiragalo)
 
Francisco Belgrano Berio
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Juan Agustín María Belgrano Peri
 
Domingo Francisco Cayetano Belgrano Peri (Padre)
 
Nicolás Ambrosio Belgrano Peri

Por linaje materno

 
 
 
 
José de Islas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
José Baltasar de Islas
 
Lucía de Islas y Alba
 
Juan de Islas
 
Juana de Islas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Gregoria González Islas
 
Juan José González Islas (casado con María Inés Casero Ramírez)
 
José González Islas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
María Josefa González Islas y Casero (Madre)
 
 
 
 

Numismática

La estatua ecuestre de Manuel Belgrano que lo homenajea en la Plaza de Mayo, Buenos Aires, desde 1873.

Manuel Belgrano apareció en un importante número de billetes de la historia numismática de Argentina. Figuró por vez primera en los Pesos Ley 18.188, en los billetes de uno, cinco y diez pesos. En el Peso argentino se le reservó el billete de 10.000. Para los billetes del Austral se eligió la serie de Presidentes de la Nación Argentina, un conjunto de próceres que no incluía a Belgrano, aunque los billetes de 10.000 pesos argentinos fueron resellados para circular como billetes de 10 australes. El Peso convertible incluye a Belgrano en los billetes de 10 pesos, las series de 1997 y 2002 sólo modificaron detalles menores.

Cinematografía

Se han realizado varias películas sobre Belgrano, la primera se llamó "Bajo el signo de la Patria" (director René Mugica, 1971) en la que Ignacio Quirós protagonizó al prócer, y que narraba la vida de Belgrano desde que tomó el mando del ejército del norte hasta que triunfó en la batalla de Salta.[46]​ El cineasta Sebastián Pivotto filmó una película de Manuel Belgrano producida por Juan José Campanella como parte de la celebración del Bicentenario de Argentina. El papel de Belgrano lo interpretó el actor Pablo Rago y la actriz Valeria Bertuccelli, a Josefa Ezcurra. Se basó en los diez últimos años de vida del prócer.[47]


Predecesor:
Juan Martín de Pueyrredón
General en Jefe del Ejército del Norte
1812-1814
Sucesor:
José de San Martín
Predecesor:
José Rondeau
General en Jefe del Ejército del Norte
1816-1819
Sucesor:
Francisco Fernández de la Cruz

Véase también

Notas

  1. Este cuadro aunque fue pintado en Londres por el pintor francés François Casimir Carbonnier en su fondo representa, acorde a lo que Belgrano indicara al pintor, el momento en que por primera vez fue izada la Bandera Argentina en Rosario (provincia de Santa Fe) a orillas del río Paraná, si se mira en detalle este cuadro supervisado por Manuel Belgrano, el primer modelo de Bandera Argentina constaba de dos bandas de igual tamaño horizontales, la superior color blanco y la inferior color azulceleste aunque en menos de un año ya el mismo Belgrano dispuso que la Bandera Argentina fuera una "tribanda" con dos franjas azulcelestes y una franja blanca o alba central.
  2. Domenico Belgrano Peri, o bien Domingo Belgrano y Pérez, tal como firmaba, falleció a poco del regreso de su hijo Manuel desde España, en septiembre de 1795. Un año antes había sido absuelto tras un largo juicio y prisiones, por habérselo considerado cómplice en la quiebra de un funcionario real. Véase Cutolo (1968): 389.
  3. En su honor, se estableció ese día como el Día del Economista
  4. El certificado firmado por el protomédico Miguel O'Gorman y los licenciados Miguel García y José Ignacio de Aroche, de fecha 17 de noviembre de 1796, dice que «padecía de varias dolencias contraídas por un vicio sifilítico y complicadas con otras originadas del influjo del país, cuya reunión ha sido causa de no poder conseguir alivios con el método más arreglado» y recomiendan «mudar de país a otro más adecuado y análogo a su naturaleza». En Instituto Belgraniano Central (1982). Documentos para la historia del general don Manuel Belgrano. Volumen 1. Buenos Aires. p. 145. 
  5. El cambio obedeció a derivaciones del movimiento del 5 y 6, ocurrido en Buenos Aires, y Belgrano estuvo a punto de “obedecer pero no cumplir” la orden. Facundo Acre, en “Antecedentes”, citados, señala que ya había logrado reunir un ejército de más de 3.000 hombres y concebido un plan de acción por el que Manuel Artigas operaría en el Norte, José Gervasio Artigas, con 500 hombres, en el Centro, y Venancio Benavídez, con 800 hombres atacaría la Colonia del Sacramento. Agrega que logró superar algunas disensiones entre los caudillos orientales y entre estos y algunos jefes porteños. Belgrano, con su buena fe, trató de inducir a Vigodet, y Michelena a que abandonaran “el partido inicuo de la guerra civil en que tan infelizmente los ha envuelto un hombre sin autoridad, sin representación legitima y que seria eternamente objeto de execración”, como dice refiriéndose a Elío, en su oficio del 27 de abril, dirigido a Vidoget. Ver: Archivo Artigas, Tomo IV, pag. 334 [1]
  6. Desde un punto de vista transcendental-religioso lo que se conmemora y homenajea el 20 de junio lejos está de ser la muerte de Belgrano sino, como lo señalan muchos textos oficiales, el tránsito a la inmortalidad de Belgrano.
  7. Posteriormente este reloj fue exhibido en el Museo Histórico Nacional, de cuyas vitrinas fue robado el sábado 30 de junio de 2007. Véase «Roban del Museo Histórico Nacional Argentino el reloj que perteneció a Manuel Belgrano». Diario La Nación. 2 de julio de 2007. 
  8. La deuda (o real donativo) se refiere a la contraída por el Consulado para donar el capital a la Corona.
  9. Construida con fondos propios, la escuela santiagueña se construyó en 1822, pero funcionó sólo cuatro años. La de Tarija se levantó en 1974, la de Tucumán en 1998 y la de Jujuy en 2004. (Después de 191 años, cumplen en Jujuy un legado de Belgrano, Diario La Nación, 7 de julio de 2004)

Referencias

  1. Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario (Nº 5, p. 1, ref. 2, Rosario, República Argentina, año 2007).
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  3. 4 de junio de 1770. Libro parroquial de bautismos de la Iglesia Catedral de Buenos Aires, página 43.
  4. Cutolo, Vicente Osvaldo (1968). Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1830). Tomo 1. Elche. p. 389. 
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  10. Luna, Félix (Marzo de 2001). «Un vecino prestigioso». Grandes protagonistas de la historia argentina: Juan José Castelli. Buenos Aires: Editorial Planeta. pp. 16-19. ISBN 950-49-0656-7. 
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  16. Basado en el recuadro El proceso a Belgrano, en Crónica Histórica Argentina, Tomo I, pág. 253, (1968) Ed. CODEX.
  17. Bra, Gerardo, El Motín de las Trenzas, Revista Todo es Historia, nro. 187.
  18. La decisión de la independencia de las provincias del Alto Perú se debió a un conjunto de causas más complejas y profundas. En el ámbito interno y como consecuencia de la decisión de la Banda Oriental de declarase como una provincia unida a las Provincias Unidas del Río de la Plata, éstas estaban librando la Guerra del Brasil sin recibir ningún apoyo de las provincias del Alto Perú, a pesar de los pedidos que efectuaron los diplomáticos argentinos. En una carta fechada el 9 de mayo de 1825, ante la negativa de la Gran Colombia de ayudar a los rioplatenses en la Guerra contra Brasil, el gobierno le respondió al mariscal Antonio José de Sucre que es volun­tad del Congreso General y Constituyente que las provincias del Alto Perú queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad.
  19. López Rosas, José R., Entre la monarquía y la república. Memorial de la Patria, tomo III, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1981.
  20. José Rafael López Rosas, Entre la monarquía y la república, Memorial de la Patria, tomo III, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1981, págs. 91-94.
  21. «El ‘plan del Inca’ de Belgrano». Consultado el 15 de noviembre de 2013. 
  22. Juan Bautista Condorcanqui había logrado refugiarse en territorio argentino. Sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta.
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  30. Listado de varios terciarios dominicos
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  32. Crónica Argentina, (1968) T. II p 254, ed Codex.
  33. Documentos para la Historia de Manuel Belgrano, tomo I. El texto no es autógrafo de Belgrano, sino que se encuentra en su Plan de Acción presentado previo a asumir como Secretario del Consulado.
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  39. Mandelli, Huberto: Las escuelas donadas por Belgrano y su reglamento, INB, Bs. As. 1999, pp. 57-58.
  40. Mandelli, Huberto: Las escuelas donadas por Belgrano y su reglamento, INB, Bs. As. 1999, p. 50.
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  44. Sarmiento, Domingo Faustino: Obras de. Ed. imp. "Mariano Moreno", Bs. As. 1899, t XXI, pp 340 a 349.
  45. Gálvez, Lucía: Historias de amor de la historia argentina (1999) (ver detalle en bibliografía)
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  47. http://belgranopelicula.com.ar Sitio Oficial de la película

Bibliografía

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Enlaces externos

Plantilla:Manuel Belgrano