Juan de Arévalo Briceño y Arias de Córdova

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Juan de Arévalo Briceño y Arias de Córdova
Información personal
Nacimiento 1587 Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 1668 Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Teólogo Ver y modificar los datos en Wikidata

Fray Juan de Arévalo Briceño y Arias de Córdova (1587, Reino de Chile-16 de noviembre de 1668, Trujillo, Caracas, Venezuela). Hijo de Alonso de Arévalo Briceño y Mansilla y de Jerónima Arias de Córdova y de la Peña. Sacerdote de la Orden de San Francisco. Tomó el hábito en Lima en 30 de enero de 1605 y profesó a la edad de 19 años. Fue guardián del convento de esta capital en que estudió y leyó todas sus cátedras con reputación de profundo teólogo: primer definidor de la provincia, comisario y visitador de las de Charcas y Chile, y vicario general. Asistió a un capítulo general celebrado en Roma; allí presidió conclusiones de teología que dedicó al cardenal Albornoz, y en cuya corte procuró la beatificación de San Francisco Solano.[1][2][3][4]

Biografía[editar]

Sacerdote de la Orden de San Francisco, hijo del capitán Alonso Briceño de Arévalo y Mancilla y de Doña Gerónima Arias de Córdova y de la Peña, descendiente de conquistador. Tomó el hábito en Lima en 30 de enero de 1605 y profesó a la edad de 19 años. Fue guardián del convento de esta capital en que estudió y leyó todas sus cátedras con reputación de profundo teólogo: primer definidor de la provincia, comisario y visitador de las de Charcas y Chile, y vicario general. Asistió a un capítulo general celebrado en Roma; allí presidió conclusiones de teología que dedicó al cardenal Albornoz, y en cuya corte procuró la beatificación de San Francisco Solano.

Fue calificador del Santo Oficio. Imprimió en Madrid en 1638 una obra teológica en cuya facultad era lector jubilado. Obispo electo de Nicaragua en mayo de 1644 hallándose en España. Tomó posesión en diciembre de 1646, habiéndose consagrado en Panamá el 12 de noviembre de 1645: se le promovió al Obispado de Caracas el año 1659 y murió en el de 1667.

Juan fue llevado de cinco años por sus padres a Lima en donde el 30 de enero de 1605 tomó el hábito franciscano. En Lima es recibido por sus parientes (descendientes de Don Francisco Briceño conquistador del Perú, su hijo: Juan Briceño, Alcalde de Arequipa, nieto: Don Lorenzo Briseño, Presbítero, con ellos se quedó). Fue Ordenado Sacerdote y obtuvo en concurso la Cátedra de Filosofía que regentó por 15 años, fue también catedrático de teología, enseñando y defendiendo la doctrina de Juan Duns Escoto (John Duns Scot) con tal brillo que en los círculos universitarios Limeños era llamado Segundo Escoto.


En su orden desempeñó los cargos de guardián del Convento de Lima y del de Cajamarca, definidor provincial del Perú, vicario provincial de Jauja y Cajamarca, visitador de Chile y de Chacras.

En 1636 fue enviado a Roma vía España donde permaneció por tres años (1639 - 1642), como procurador para la canonización de Fray Francisco Solano y participó en Roma en 1639 en el capítulo general Franciscano, destacándose en sus intervenciones así como en certámenes académicos en que participó como teólogo y filósofo escotista. Vuelto a España escribió en 1642 dos gruesos volúmenes de los tres que llevó a América de su obra "Comentarios al Libro Primero de las sentencias de Escoto", que incluyen disertaciones filosóficas independientes, que forman un tratado de metafísica con un completo índice sobre esta materia. Esta obra recibió en su época los mayores elogios, y ha recibido, en Venezuela, en el siglo XX, una edición parcial de la parte filosófica, traducida del latín al castellano (ver. Juan David García Bacca: "Antología del pensamiento filosófico Venezolano, siglos XVII y XVIII; Caracas, ed. Ministerio de Educación 1954, pp. 15 - 178).

Aparte del Intrínseco valor filosófico y teológico que aun hoy se reconoce a sus escritos, Don Alonso Briceño tiene el mérito de haber sido el primer Americano que dio a la imprenta una obra sobre estas materias y, además, con una claridad que lo coloca junto a los más insignes teólogos y filósofos del Siglo de Oro de España, al decir de Méndez Pelayo (ver: Marcelino Méndez y Pelayo: "La Ciencia Española", ed. Emecé, Bs. Aires, 1947, vol 3, pp 129, 134 y 172).

Don Alonso fue nombrado Obispo de Nicaragua en 1644, partiendo de regreso a América el 15 de febrero de 1645. Fue consagrado en Panamá y en 1646 tomó posesión de su diócesis. En 1659 fue trasladado a la sede Episcopal de Caracas, en la que permaneció hasta su muerte ocurrida en Trujillo en 1669.[5]

Referencias[editar]

  1. Oviedo Cavada, Carlos, Los Obispos de Chile, Santiago de Chile 1996, p. 83 - 84
  2. UC de Chile, Bibliografía Eclesiástica Chilena, Santiago de Chile 1959, p. 41.
  3. Urdaneta, Ramón, Alonso Briceño Primer filósofo de América, Caracas 1973, Ed. Universidad Católica Andrés Bellos, Todo el Libro.
  4. Medina, José Toribio, Historia de la Literatura Colonial de Chile, vol. I, pp. 10 - 14.
  5. Amilcar Fonseca, Crónicas: Biografías Narrativas, Caracas, Alonso de Briceño. Al finalizar las horas de la tarde del 15 de noviembre de 1668, en su palacio episcopal de esta ciudad de Trujillo, falleció Don Alonso de Briceño, tratadista y Obispo de Caracas y Venezuela. Rodeaban el lecho mortuorio los grandes dignatarios, así eclesiásticos como seculares, Don Juan de Gamboa, Secretario del Obispado y Tesorero particular del extinto, el Licenciado Fernando Sánchez Mexía, Provisor y Vicario General, Fray Alonso de Herrera, Fray Francisco Torrealba y Almodovar, Predicador y Definidor habitual, el Licenciado Juan Luis Conde y Guzmán, Vicario de Carora, Fray Maestro Diego de Briceño, sobrino carnal del obispo, muchos otros clérigos de mayores y menores órdenes y gran concurso de gentes" notándose entre ellas por la alta posición local, el sargento mayor don Gerónimo Sans de Graterol (Teniente de Gobernador y Justicia Mayor), el capitán Juan Fernández Saavedra (Alcalde ordinario), el Capitán Don Roque de Quesada (Teniente de oficiales reales), Don Antonio y Don Gonzalo Vásquez de Coronado, Don Ignacio García de Rivas, Don Alonso Pacheco de Mendoza, Don Diego y Don Fernando Valera y Alarcón, Don Manuel Antonio de Uribe y Gaviola, Don Clemente Montero, el Capitán Bartolomé Luis Riera y algunas otras nobles personas de Trujillo, Coro, Carora, Caracas y Maracaibo. Murióse don Alonso sin testar, aunque tenía dos días de administrado, porque el médico de cabecera Licenciado Luis de Espinosa, aplicara con éxito el sumo de mastuerso, las palomas abiertas por el vientre y palpitantes aun sobre los estómagos y plantillas de piel de gato negro; remedios más eficaces, cuanto que, se había colgado á modo de pectoral del cuello del ilustre enfermo, un pedazo de dedo de San Francisco Solano en lujoso - engaste á feligrano de oro y piedras preciosas. Pero al mediodía propinaron al paciente el remedio heroico para la enfermedad de que adolecía, "agua en taza de plata dorada con piedras bezares: en vasija de preciosa arte recién traída por el esclavo Games, de Santa Fe de Bogotá; y cedida por los frailes de Nuestra Señora de las Mercedes de aquella ciudad del Nuevo Reino, únicamente por tratarse de la interesante salud de S.S." Así en sopor profundo incidente á todo reactivo, entregó S.S. el alma a Dios, sin cumplir los grandes deseos que tuviese, de asegurar los libros á su convento, una suma "con que prosiguieran la fábrica de la Iglesia de Trujillo" el arreglo de las cuentas de familia con el General don Agustín de Arévalo Briceño, su hermano, de Chile, o con los herederos, según vale que por $ 15.000 guardaba Fray Diego, hijo de aquel militar, y los salarios, á este sobrino por once años de compañía, "pues quedaba pobre, sin familia y lejos de su país natal y de su convento". Pero sí había enriquecido ya con dádivas bien aseguradas por escrituras públicas al Doctor Gamboa, su tesorero, al padre Nicolás de Caldera, huérfano a quien había criado y hecho educar en Santa Fe, y á sus ahijados el padre Sebastián Alonzo de Rosales, de la ilustre familia de los caballeros de este nombre y al niño nieto del Rexidor perpetuo el Capitán D. Sancho Briceño Graterol. Correría parejas con la fábula lo extraordinario de las riquezas de este obispo, si no constasen de documentos que la verdad histórica hace respetar. Fuera de cosas curiosas como "el cuadro de San Antonio, verdadero traslado del original, cucharillas de cristal con mango de oro, el báculo de marfil, oro y esmaltes, la mitra guarnecida de cincuenta piedras, verdaderamente preciosas y el pectoral con 18 diamantes, tres esmeraldas y un rubí"; brillaron con nobleza también en esos inventarios, talegas de oro y plata acuñados, muebles de ambos metales para todos los usos (hasta colleras de caracoles de plata que adornaban los perros á que era aficionado el prelado), hebillejas, leontinas, cordones, collares, cruces, sortijas, prenderas con diamantes, esmeraldas de hermosos jardines, rubíes, perlas, zafiros, amatistas de todos quilates, sedas, tafetanes, estameñas, telas del país, algodones, damascos, cuchillería, espejos, mármoles, y lebrillos; e intocada desde el 14 de julio de 1661, la cuarta por diesmo de renta episcopal, la que el Sr. Gobernador Don Pedro de Porras y Toledo, en su visita á Trujillo por el año 1662, había ordenado pagar, y que reposaba aún (1668) en las cajas reales. Y no son de extrañar así los diversos juicios que se suscitaran, dando que hacer a las justicias, porque los depositarios hubiesen gastado del dinero en remediar la mucha necesidad que por la gran sequía de ese año (1669) tenía la ciudad, de ganados y otros víveres, con qué sustentar a los vecinos; acerca de que Fray Diego ocultase 2.000 pesos en prendas, entre ellas las reliquias de Tierra Santa; en cuanto á que Gamboa luciese todavía el verde paraguas de primavera labrada; tocante á que Nicolás Mapocho, paje de este Secretario, hubiese abierto al espirar el obispo un escritorio de palo de rosa con guarniciones - de nácar y ocultado entre el seno debajo del gabán unos platillos de plata y unos candeleros, al parecer de azofar, y sobre, por últimos, que la vasija medicinal de hezares, apareciese en casa de Fernández Graterol, que padecía de venéreo; la obra El Quijote (edición de Juan de la Cuesta) el Ruperti Opera, Confessioni Divi Augustini, el Molina, Berrero philosoffia y otros muchos y variados textos, así eclesiásticos y teológicos, como de literatura y otras ciencias, en manos de Marcos Vásquez, de Francisco de Cuenca, de Tomás de Castro y de otros vecinos; además de que el negro esclavo Francisco Games y su mujer Magdalena, ocho días después de fallecer el obispo hubiesen vendido al artífice Marcos de Reina, prendas de oro y plata, y ropas y otros muebles á varias familias. Tampoco alarmaría á los vecinos cómplices la Real Cédula de S.M. la Reina gobernadora (á 10 de agosto de 1670), declarando espolios la riqueza del obispo, y por ende perteneciente como legítima heredera á la Catedral; ni la orden de entrega que, el Dean y Cabildo en sede vacante hiciesen acompañar, para los morosos, del terrible anatema siguiente: "Y si pasados tres días; y por q creziente la culpa, y contumacia debe crecer la pena, mandamos a los dhos curas, q en dha sta yglesia parrochial los domingos y fiestas de guardar, teniendo una + cubierta con velo negro, y un acetre de agua, y candelas enzendidas os anatematízen y maldigan con las maldiciones siguientes. Malditos sean los dhos excomulgados de Dios y de su bendita madre: Amen. Huérfanos se vean Nuevo Reino, únicamente por tratarse de la interesante salud de S.S." siguientes. Malditos sean los dhos excomulgados de Dios y de su bendita madre: Amen. Huérfanos se vean sus hijos y sus mujeres viudas; Amen. El sol se les escurezca de día y la luna de noche: Amen. Mendigando anden de puerta en puerta y no hallen quien bien les haga: Amen. Las plagas, que enbio Dios sobre -el reyno de Egipto vengan sobre ellos: Amen. La maldición de Sodoma, Gomorra, Datan y Abiron, que por sus pecados los tragó vivos la tierra vengan sobre ellos: Amen. Con las demas maldiciones del psalmo Deus laudem meam neta cueris. Y dichas las dhas maldiciones lanzando las dhas candelas en el agua digan: assi como estas candelas mueren en esta agua, mueran las ánimas de los dhos excomulgados y deciendan al infierno con los judas apostatas; Amen". Bajo tan terribles amenazas andaban los rostros mustios y los ánimos cabizbajos, consultándose empero las delaciones que harían á las justicias en cargo a los depositarios y cómplices: cuando llegaron a la ciudad y casa del vicario tres caraqueños: sus rostros cubiertos con antifaces negros, en señal de anatema, fríos los modales como contra almas rebeldes y malditas. Don Juan de Bela, subdelegado del Visitador, era el uno y el capitán Don Pedro Ruis de Arguinzones y el Licenciado Matías de Beltranilla, los otros dos; acompañados de criados, alguaciles, mulas, & & para cargar los espolios que a Catedral mandaban entregar las autoridades superiores, así las divinas como las humanas. Mas a los cinco días habían cesado ya todas las dificultades. Los depositarios Lorenzo Fernández Graterol, Sancho Briceño Graterol y Gonzalo Vásquez de Coronado entregaron los depósitos, el padre Briceño abrogó el vale, sufrieron retracto las ventas, al enfermo le cedieron la vasija en uso solamente, los padres conventuales cambiaron el derecho a los libros por el de propiedad al sitial, pabellón, sillas y ótros ornamentos pontificiales de dificilísimo transporte; y a las graves circunstancias del anatema ya revocado, sucediéronse francas espansiones entre sujetos ligados por la alta categoría de los cargos, que unos y otros desempeñaban por razón de nacimiento ilustre, meritoria alcurnia o en atención a los grados en la milicia o en las letras.