De laude Pampilone

De Wikipedia, la enciclopedia libre

De laude Pampilone es un testimonio escrito que se conserva y que describe someramente la ciudad de Pamplona (Navarra) y su territorio. Se encuentra en el Códice de Roda que es un manuscrito del año (990), e incluye las llamadas Genealogías de Roda y la Epístola del Emperador Honorio entre otros textos.

Autoría[editar]

El texto fue escrito probablemente por un clérigo y adopta reminiscencias bíblicas; la datación de la redacción original está discutida. Para el profesor Ángel Martín Duque habría habido «una participación directa o indirecta del obispo Sisebuto en la preparación del códice». Apunta a que los detalles de incluir un obituario de prelados pamploneses del siglo X y de la toma de posesión de la sede del propio Sisebuto en el 988 serían argumentos que explicarían tal participación.[1]

El género laudatorio[editar]

Desarrollado en la Baja Edad Media, este tipo de creaciones proviene de la antigüedad clásica y su uso fue muy extendido, encontrándonos con textos similares con elogios de Castilla (Poema de Fernán González y Speculum Regum de Álvaro Pelayo), de Valencia en Eiximenis, de la Casa de Aragón en Muntaner o del Reino de Aragón en Fabricio Vagad, entre tantos otros.

El laude ensalza las raíces romano-cristianas de Pamplona a la que llega comparar con Roma.[2]

El texto[editar]

De laude Pampilone
Traducción de Muruzábal Aguirre[3] Traducción de Martín Duque[1]
Este lugar propicio, creado por Dios y hallado por el hombre, ha sido señalado por Dios allí para que consideréis todos los días del año el valor del descubrimiento. Que se encuentre encaminado en cada momento hacia la riqueza, que en ninqún caso sea empujado de la abundancia a la miseria, por ninguna desgracia, para que los bienes propios cubran todas las escaseces. Se alza majestuoso este lugar. cuyas murallas tienen torres de 63 pies de anchura y 84 pies de altura: y el perímetro de la ciudad alcanza las 1.000 diestras. El número de las torres es de 67. A esta ciudad. Dios, por su misericordia, concedió el tesoro de las reliquias de innumerables mártires, con cuyas oraciones es conservada salva entre gentes hostiles y bárbaras, y con cuyos cuidados, por los muchos méritos de los mártires, brilla la luz de los ángeles según se dice alegóricamente desde antiguo. Si los hombres callasen para olvido de los mártires. las piedras proclamarían su recuerdo. Este lugar es siempre vencedor y esta y adornado por las virtudes. Pamplona, residencia para los justos está delimitada por tres ángulos, tiene colocadas tres puertas y 4 postigos, Es apta como refugio. Se dice en griego Pamplona, en latín puerta de todos. Omito las flores de los árboles: un río serpenteante desde el Oriente se aleja hacia el Occidente, ya entre las aldeas próximas, ya por los alrededores llanos y solitarios. Apártese de los herejes: resístase, contraria, a los vascones. Perpetuamente se le debe amar para que nadie se encuentre ser tenido por enemigo. Como la opulenta Roma ha sido salvaguarda por los romanos. Pamplona no ha dejado de estar alzada para los suyos. Esta maravillosa y gran región es fructífera entre otras regiones, pues aquí, con el trabajo de rastrillos y con canales, se reconducen las aguas desde los ríos a tierra abierta. Como los montes rodean la ciudad. Dios protege al pueblo, ahora y por siempre. Este lugar providencial hecho por Dios, hallado por el hombre, elegido por Dios, encontrado donde hay tantos pozos como los días del año. Para que en todas las ocasiones se pueda saciar y cualquiera, urgido por la necesidad, se satisfaga de agua. Se alza imenso con sus torres mutadas de un grosor cifrado en 63 pies, una altura de 84, un recinto urbano con mil “diestras” de perímetro, con el número preciso de 67 torres. El Señor por su misericordia la fundó como un baluarte de reliquias de innumerables mártires, por cuyas oraciones la guarda ilesa entre gentes bárbaras y enemigas, y de ellas, por los muchos efluvios tutelares de los mártires, refulge una luz angélica, como desde antiguo se dice por alegoría: “Si los hombres callaran en su guardia, los sepulcros de los mártires clamarían para reanimar a los centinelas”. Este lugar siempre victorioso y dechado de virtudes, Pamplona, baluarte para los buenos, enmarcada por tres ángulos, dispuesta tres veces por puertas, centrada por cuatro rutas, próxima a un collado de montaña, Pamplona en lengua griega, se interpreta en latín como puerta de todos. Silencio las flores de los árboles del río que desde oriente tiene ceñidas suavemente hacia occidente las vecindades próximas, siendo el suburbio llano y apacible. Se opone a los herejes, se alza contra los “baceos”. Debe amársela perpetuamente para que nadie se duela por quien la combate. La fuerza que la opulenta Roma haya comunicado a los Romanos, no deja de infundirla Pamplona a los suyos. Pues siendo una grande y admirable región, fecundadora de otras regiones, esta tierra socavada por cauces que provienen del río. Los montes están a su alrededor y el Señor está en torno a su pueblo por los siglos de los siglos, amén.

Según Muruzabal, el documento está escrito en un latín desastroso, lo que dificulta su interpretación.[3]

Hay discrepancias en la fecha de la redacción original del documento y en la interpretación de la palabra vaceis utilizada en el mismo como los enemigos de Pamplona.

Datación del documento[editar]

Diversos autores lo datan en época visigoda: José María Lacarra,[4]​ Armando Besga Marroquín[5]​ y Koldo Larrañaga Elorza.

Para Muruzábal,[3]​ Martín Duque[2]​ y Jimeno Aranguren,[6]​ el texto es del siglo X, creado para legitimar la naciente monarquía pamplonesa.

"Baceos" - Vascones o bárbaros[editar]

Para algunos autores "baceos" se interpreta como "vascones".[4]

Pero lo que hace a la identidad de esas gentes bárbaras y enemigas que mantenían en vilo a la comunidad cristiana pamplonesa, apenas puede haber dudas -habida cuenta, sobre todo, la referencia posterior del texto a los Bac[c]ei- sobre que se trataba del mundo vascón hostil que rodeaba a la ciudad del Arga, mundo -éste- que, desde la reducción Vaceei - Vascones de San Isidoro en sus Etymologiae[18], se recubre no pocas veces bajo esa denominación en los textos tardoantiguos[19] y altomedievales[20]. [18]Conviene advertir, sin embargo, que no fue San Isidoro el primero que confundió a las Vaccei meseteños con los Vascones; parecida confusión hallarían algunos autores en PLUTARCO, quien, al hablar de las operaciones de Mételo y Pompeyo contra Sertorio en el año 15 a. de C, hace invernar al fundador de Pompaelo en territorio de los Vaccei, siendo así que Pompeyo se retiró por las trazas, al de los Vascones.
Koldo Larrañaga Elorza
Más significativo aún es el hecho de que Pamplona fuera una ciudad visigoda situada en la frontera con los vascones independientes de la época de los reinos germánicos. El único documento pamplonés proveniente de esta época -el De laude Pampílone-, pese a su carácter de alabanza a la manera del famoso Laus Spaniae de San Isidoro (que parece haberlo inspirado), muestra claramente las preocupaciones defensivas de los habitantes de la capital navarra (la mayor parte de la breve composición responde a esa angustia) e identifica a los enemigos de la ciudad: los vascones.
Armando Besga Marroquin[5]

Muruzábal también traduce vascones con diferente interpretación:

Si en una frase se habla de resistir a los vascones, no es porque éstos asediasen la ciudad - Antes bien, toda la frase es de carácter religioso y habla de «apartarse de los herejes» y de resistir a los «vascones», a los que se supone como gentes desconocedoras del latín, difíciles de predicar en lengua sagrada, y hasta faltos del bautismo y sacramentos.
JM Muruzábal Aguirre[3]

El profesor Miranda García «apunta a que el empleo del término baceos no supondría sino otro recurso literario clasicista» para referirse a los vascones.[7]

Referencias[editar]

  1. a b Martín Duque, Ángel J. (2002). «Del espejo ajeno a la memoria propia». Príncipe de Viana 63 (227): 930-935. ISSN 0032-8472. Consultado el 27 de agosto de 2021. 
  2. a b Martín Duque, Ángel J. (2007). Sancho III el Mayor de Pamplona, el rey y su reino (1004–1035). Pamplona: Gobierno de Navarra. ISBN 978-84-235-2952-0. 
  3. a b c d Muruzábal Aguirre, José María (1994). «Nuevos datos sobre el origen del reino de Navarra». Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia medieval (7): 33-48. ISSN 0214-9745. 
  4. a b Lacarra, José María (1945). «Textos navarros del códice de Roda». Estudios de la edad media de la corona de Aragón. 
  5. a b Besga Marroquín, Armando (2003). «Sancho III el Mayor: un rey pamplonés e hispano». Historia 16 (327): 43-71. ISSN 0210-6353. Consultado el 27 de agosto de 2021.  se puede consultar en línea en Sancho III el Mayor
  6. Jimeno Aranguren, Roldán (2001/10/19-26). «Vasconia altomedieval: crisol de culturas». Eusko News & Media (140). Consultado el 27 de agosto de 2021. 
  7. Miranda García, 2011, p. 298

Bibliografía[editar]